A menos de un mes de las elecciones presidenciales los candidatos no parecen preocuparse por los riesgos que está corriendo la economía y esa es una irresponsabilidad.
Hay que decirlo con todas sus letras porque para entenderlo solo hace falta voltear a ver lo que ocurrió la semana pasada cuando fuimos testigos de la peor combinación de factores que cualquier experto se pudo haber imaginado para la economía mexicana:
1. Se profundizaron las graves amenazas que penden sobre la estabilidad del sistema financiero español y, por lo tanto, sobre la recuperación de la economía española que tiene fuertes nexos comerciales y financieros con México;
2. Se incrementaron los riesgos financieros sistémicos en la banca europea, por una mayor posibilidad de que Grecia abandone la zona euro provocando corridas de capitales y fuertes inestabilidades en las paridades cambiarias en países como México;
3. Se dieron a conocer un paquete de variables económicas (manufactura, empleo y PIB) que muestran una desaceleración en el ritmo de la economía estadounidense entre marzo y mayo pasado, lo que implica un menor ritmo de crecimiento para el sector exportador mexicano que es el principal motor de nuestra economía.
4. Los indicadores publicados en China, India y en diversos países europeos muestran una pérdida de dinamismo económico afectando los precios petroleros por un crecimiento más lento en la economía mundial. La mezcla mexicana cerró la semana en 90.88 dólares por barril con una tendencia a la baja.
5. En este entorno altamente sensible los factores internos de riesgo han ganado peso en la toma de decisiones de los inversionistas. Por un lado la mayor violencia en contra de empresas privadas en zonas como Michoacán y Guanajuato y, por otro lado, creció la posibilidad de conflictos poselectorales por una elección presidencial más disputada entre PRI y PRD con el telón de fondo de lo ocurrido en 2006.
Difícilmente se pudo haber imaginado hace solo un mes, un ramillete de factores de riesgo como éstos y que se han presentado simultáneamente. Pero allí están y si bien la tan cacareada estabilidad macroeconómica de los últimos años ha servido para capear los temporales, se requerirá mucho más para enfrentar los retos sistémicos de hoy e incluso para aprovechar las oportunidades que estos retos ofrecen.
A 27 días de las elecciones presidenciales no hemos visto que quienes aspiran a convertirse en el próximo Presidente de México estén preocupados por estos riesgos ni por las debilidades estructurales enquistadas en la Hacienda Pública.
Lo que hemos escuchado son buenos deseos y hasta voluntarismo puro, pero nada más. Los opositores Peña Nieto y López Obrador ofrecen un discurso de mayor presencia del Estado en la economía incluso con mayores subsidios a algunos precios pero no nos han dicho cómo los financiarán. Y Vásquez Mota, esencialmente, considera que no hay mayor problema con las finanzas públicas.
En concreto, los ciudadanos y electores no sabemos a ciencia cierta qué hará el candidato ganador a partir del 2 de julio, para enfrentar los riesgos económicos globales que tenemos enfrente y que están amenazando la estabilidad y el futuro inmediato de la economía y de nuestros bolsillos.
Me temo que la prioridad es ganar la contienda electoral a como dé lugar y ya luego verán qué hacer con los riesgos de la economía.
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