El asunto con los movimientos estudiantiles es que se sabe cuándo, cómo y dónde comienzan, pero nunca se sabe dónde van a terminar. Eso es lo que ocurre ahora con la movilización del “#Yo soy 132”, surgida al calor de las campañas presidenciales y en la que jóvenes universitarios se organizan y toman fuerza, pero no logran todavía articular una agenda de temas y consignas más allá la coyuntura electoral, que sigue siendo su única bandera.
Sin llegar aún a ser un movimiento social, las protestas de este grupo disímbolo, donde por primera vez en la historia confluyen jóvenes de clase alta, con estudiantes de clase media y baja, y de manera poco usual se unen universidades privadas –históricamente apáticas a la movilización– con instituciones públicas, de larga tradición y experiencia en movimientos, llaman la atención de diversos sectores, aunque otros ven excesiva la cobertura que se les ha dado.
Su autoproclamado antipriismo y antipeñismo, hace que una parte de la sociedad los vea con desconfianza y sospechen de inducción y manipulación de políticos de las izquierdas en su nacimiento; pero para otros grupos que los ven con simpatía sus proclamas los legitiman y los hacen aparecer como “jóvenes rebeldes y concientizados”.
Pero más allá de las opiniones divididas que provocan estos muchachos universitarios, casi nadie regatea a su movimiento el ser una primera expresión, muy limitada, amorfa e inmadura aún, de las tendencias globales y de redes sociales, de jóvenes indignados y primaveras, como las surgidas los últimos meses, igual en países desarrollados que en naciones árabes con regímenes autoritarios.
Lo cierto es que hay en estos momentos todo un caldo de cultivo social en el descontento y el abandono juvenil en el país, por fenómenos lacerantes como los “Ninis”, reconocidos ya en las cifras gubernamentales como 7.8 millones de jóvenes sin trabajo ni empleo, además del creciente involucramiento de adolescentes y jóvenes con el narcotráfico, hordas de chavos que, al grito de “más vale vivir 5 años como rey, que 50 como buey”, siembran de cadáveres imberbes campos, ciudades y morgues del país.
Jorge Carpizo, antes de morir, alertaba del riesgo de una “generación perdida” en el país por la violencia criminal y la carencia de oportunidades de empleo y estudio para los jóvenes actuales. “Esta es una emergencia nacional, si no hacemos algo urgente, políticas de Estado que se enfoquen de manera inmediata a rescatar a los jóvenes, estamos ante el peligro de perder toda una generación”, decía el académico universitario.
¿Será el “#132” expresión de esta ya inocultable catástrofe de México con sus jóvenes? ¿abanderará este movimiento la causa de esa juventud abandonada y orillada al crimen o se trata sólo de una moda de las élites juveniles aún privilegiadas con educación superior? ¿Pueden estos grupos pasar de ser un movimiento estudiantil a convertirse en un movimiento social? Son algunas preguntas que hoy despierta esta novedosa expresión de inconformidad juvenil en México. Pero las dudas más inmediatas son: ¿sobrevivirá el “#132 “ a las vacaciones del verano que ya comienzan en las universidades? ¿Podrán influir en la votación si se desarticula en las siguientes semanas por la ausencia de clases? ¿existirá el movimiento cuando vuelvan a clases en agosto?
NOTAS INDISCRETAS…En Tabasco, como en el país, comenzó la guerra de encuestas. Ulises Beltrán, en su sondeo del 29 de mayo, dice que Jesús Alí , del PRI, tiene 48%, seguido de Arturo Núñez, del PRD, con 35% y al fondo Gerardo el panista Priego con 10%. Mañana habrá un debate en Twitter convocado por un diario local al que sólo confirmaron, Alí y Priego. Núñez rechazó participar porque dice desconfiar del periódico organizador y de manipulación para favorecer al priista Alí. Encima, las negociaciones siguen atoradas para un debate televisivo…Semana de altibajos. Escalera y cerramos.
sgarcíasoto@hotmail.com | @sgarciasoto