Prácticamente todas las encuestas muestran que la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador ha crecido en las preferencias de los electores acortando la brecha que le separa del priísta Enrique Peña Nieto.

 

Sin embargo de qué tamaño realmente es la brecha entre uno y otro. Esa es la gran interrogante que ha confundido a la opinión pública después de la publicación de los resultados de la encuesta del diario Reforma que cierra la brecha de ‘preferencia efectiva’ a solo 4 puntos porcentuales. Para Consulta Mitofsky ésta es de 14.4 puntos porcentuales y para Milenio GEA-ISA de 19.6 puntos porcentuales, por tomar dos casos con fuerte difusión mediática.

 

Como era de esperar López Obrador ha dado ‘como buenos’ los resultados de Reforma y desde hace una semana ha fincado en ella su discurso electoral.

 

Pero López Obrador y su equipo están metidos en un problema para atraer puntos adicionales a pocos días de que concluyan las campañas.

 

El asunto es que el candidato de la izquierda no ha logrado que su programa económico sea creíble entre las clases medias y el sector empresarial. Lo peor para él es que su falta de credibilidad en materia económica se agravará ante la coyuntura de alta inestabilidad financiera global que se avecina con los comicios en Grecia y la suerte de su futuro en la zona euro.

 

Serán días turbulentos, con alta volatilidad en los mercados cambiarios, y un caldo de cultivo para ‘vacunar’ electoralmente, a todas aquellas propuestas económicas que luzcan temerarias.

 

¿Qué factores no convencen en materia económica? Lo doy tres:

 

1. Su discurso. Sigue, esencialmente, las mismas premisas de 2006 en la que se muestra como un redentor voluntarioso para efectuar cambios, como si su palabra bastara. En ese sentido su insistencia reciente sobre un pretendido fraude electoral lo corrobora y se descalifica ante una parte de la opinión pública temerosa del conflicto.

 

2. Su experto. López Obrador logró ganar credibilidad en su plataforma con la incorporación de dos personajes altamente reconocidos entre la opinión pública: Marcelo Ebrard como futuro secretario de Gobernación, y Juan Ramón de la Fuente como futuro secretario de Educación. Sin embargo eso no ocurrió con Hacienda, una cartera clave para convencer a los capitales sobre la sensatez de su programa económico. Rogelio Ramírez de la O es un asesor competente, pero con escaso reconocimiento, peso específico y experiencia de gestión, como para convertirse en una garantía de sensatez en el manejo de la política económica.

 

3. Su programa económico. Con menos de 3 semanas de campaña por delante muy poco se conoce de sus propuestas económicas, su compromiso con la estabilidad y el equilibrio fiscal o con la autonomía del banco central. Su insistencia en el combate a la corrupción y en la ineficiencia del gobierno como la fuente de financiamiento de su programa económico es una insensatez o una ingenuidad que genera temores sobre la capacidad de su equipo económico.

 

Parece tarde ya para dar un giro de timón y convencer. Entre otras cosas – como desatar un agresivo plan de convencimiento selectivo por la estabilidad y el crecimiento fundado- López Obrador tendría que presentar a un secretario de Hacienda de altos vuelos.

 

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