El fin de semana ocurrió lo que se negaba hasta hace muy poco: que España se convirtiera en la cuarta economía de la zona euro en ser rescatada con fondos europeos.

 

Primero fue Grecia, después Irlanda y, más tarde, Portugal. Ahora se suma España con la que el monto de los rescates ya casi alcanza los 500 mil millones de euros.

 

Pero los sucesivos gobiernos de José Luís Rodríguez Zapatero como del actual Mariano Rajoy habían negado esta posibilidad en su momento evitando enviar una señal de debilidad con evidentes consecuencias políticas.

 

Pero los mercados no saben de orgullos políticos y al presidente Rajoy no le ha quedado más opción que pedir la ayuda europea para rescatar al 30% de los bancos españoles con serios problemas, como lo ha diagnosticado el Fondo Monetario Internacional; aunque el porcentaje podría quedarse corto según han dicho los mismos banqueros a la prensa española.

 

El anunciado rescate por hasta 100 mil millones de euros que provendrán del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) o del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) –aún por definir- irá directamente al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria de España (FROB) y de allí a capitalizar los bancos y cajas que lo requieran, monto que se suma a los 15 mil millones de euros que el gobierno español ya inyectó a su maltrecho sistema financiero.

 

En su apresurada conferencia de ayer, Rajoy parecía estar más preocupado por las implicaciones de los términos que en la crisis misma cuando dijo que éste no es un ‘rescate’. Vaya similitudes de los políticos globales. En México recordamos a Felipe Calderón cuando dijo que la lucha en contra del narcotráfico no era una ‘guerra’, o a Miguel de la Madrid y a Carlos Salinas cuando evitaban hablar de ‘devaluación’ cada vez que el valor del peso se hacía trizas frente al dólar.

 

Según Rajoy éste no es un rescate porque no se ha condicionado a España a ningún tipo de compromiso adicional. Un razonamiento mentiroso después de las fuertes presiones y gravosas condiciones europeas que la economía española ya tiene para éste y los próximos años. Pero menos creíble es el razonamiento de Rajoy cuando España tiene encima de su cuello fiscal una guillotina que han puesto las calificadoras al rebajarle -una y otra vez- la nota de su deuda soberana incrementando, en automático, el costo fiscal de una ya abultada deuda que, por cierto, se hará mas grande con esta nueva línea de crédito.

 

Con todo, la oportuna decisión europea de rescatar a la banca española, antes de las elecciones griegas, poniendo a disposición recursos comunitarios que lucen suficientes por ahora; ofrece buenos augurios en el corto plazo, lo que probablemente contendrá la volatilidad reciente de los mercados financieros. Pero hay que tener cuidado con los encantos de los políticos. El rescate español es solo una barrera de contención para evitar una mayor crisis de liquidez y el agravamiento del deterioro fiscal en países con alto impacto como España o Italia.

 

Europa aún debe resolver en las próximas semanas la permanencia de Grecia en la zona euro, con todos los riesgos que ello implica; y enviar, sin tardanza, señales certeras de que camina hacia una unión fiscal y financiera que ofrezca soluciones de fondo frente a las amenazas del resquebrajamiento del euro.

 

De lo contrario, el rescate español –como antes el portugués o el irlandés- quedarán solo en el anecdotario de una crisis que no se pudo (o no se quiso) contener.

 

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