No es un debate menor –sobre todo por las posturas antagónicas–, el que desató la repentina intervención de Felipe Calderón y Marcelo Ebrard, en el agonizante proceso electoral.
Como todos saben, a días de concluir la campaña electoral y cerca de que llegue el momento de votar, de manera simultánea el Presidente de los mexicanos y el jefe de Gobierno de los capitalinos, se metieron de lleno al activismo partidista, como si se tratara de un manoseo natural de las elecciones, por parte de los dos gobernantes más reputados.
¿Por qué se metieron Calderón y Ebrard a la contienda presidencial?
Si bien la pregunta es obligada, también es cierto que la respuesta parece de sentido común. Y es que en los dos casos, tanto el del partido del Presidente, como la coalición y/o alianza de partidos del jefe de Gobierno, sus respectivos partidos están muy cerca de la derrota.
Es decir, que tanto Felipe como Marcelo, tratan de empujar a sus respectivos electorados y de jalar el respectivo voto útil que llevan en sus alforjas, a favor de sus aspirantes; sea la señora Vázquez Mota, sea el señor López Obrador.
Y claro, frente a esa abierta intromisión de gobernantes en la contienda presidencial, no tardará en aparecer la cargada de gobernadores tricolores, en pleno, para apoyar a Enrique Peña Nieto, lo cual podría catalizar aún más la pelea por la casa presidencial.
MANO NEGRA.
La participación de Felipe Calderón en la contienda presidencial, como todos saben, se produjo el pasado domingo, justo a mitad del debate entre los cuatro contendientes, luego de que el aspirante de las llamadas izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, presumió que, de ser presidente, conseguiría un ahorro de 300 mil millones de pesos, con lo que haría posible el milagro mexicano.
En respuesta, Felipe Calderón difundió un tuit en el que aclaraba el despropósito de las cuentas de AMLO. El lunes, desde el secretario de Hacienda, pasando por el de Gobernación, y el propio presidente, insistieron en el tema, como para reconfirmar que la promesa de campaña de López Obrador era una locura. En el fondo, como ya se dijo, el peso de la figura presidencial se movió para tratar de influir en la franja de votantes indefinidos, no sea que, en una de esas, se inclinen por AMLO.
Casi al mismo tiempo, el IFE subió a su portal un nuevo spot de las izquierdas, en el que Marcelo Ebrard aparece llamando a votar por Andrés Manuel López Obrador. En el mensaje, el propio jefe de Gobierno compromete su capital político –que, por cierto, tiene hasta las nubes al candidato a sucederlo, Miguel Ángel Mancera–, para intentar convencer a la masa de votantes que hoy son la joya de la corona; los indefinidos.
¿BIEN O MAL?
De inmediato, frente a la mano negra de Felipe Calderón y Marcelo Ebrard, se inició la polarización de las posturas. Por un lado, un sector de la llamada “opinión pública” consideró que, en los dos casos, se trata de una grosera manera de meterse al proceso electoral de los dos gobernantes de mayor peso.
Según esas críticas, tanto en el terreno legal como político, se trata de una imprudencia del Presidente y del jefe de Gobierno. Y el argumento parece de sentido común. Si se trata de dar certeza, legalidad, transparencia, confiabilidad, equidad… y cumplir con todos los requisitos que establece la Carta Magna para los procesos electorales, los gobernantes tienen una seria responsabilidad.
En otras palabras, que sea Felipe Calderón, Marcelo Ebrard o cualquiera de los gobernadores del resto de las entidades federativas, nada tienen que hacer en la elección. No tienen por qué meter su cuchara, opinar o crear un ambiente de parcialidad o polarización, precisamente, para evitar que el proceso se contamine.
En el bando contrario, una buena parte de opiniones se inclinan por la postura que señala que tanto el tuit del Presidente, como la aclaración que él mismo hizo, así como las explicaciones que dieron los titulares de Hacienda y Gobernación, no interfieren en lo más mínimo en el ánimo de los electores y –muchos menos–, en su decisión a la hora de emitir su voto.
Lo mismo se argumenta en el caso del spot de Marcelo Ebrard, en el que promete ser parte de de un gabinete añoso que, según el jefe de Gobierno, tiene todo para ser el mejor de la historia.
Sin embargo, lo curioso del asunto es que ambas posturas tienen una parte de razón. Es decir, que según algunos juristas-puristas, sí existe una limitación legal, que podría dar paso a una impugnación del proceso. Es decir, que asistimos ante una imprudencia innecesaria.
Pero además, y contra los que aseguran que no influirá en nada la participación de Felipe y Marcelo en la elección, el mejor argumento es el sentido común. Si no sirviera para nada, Calderón no tendría nada que aclarar, y Marcelo no tendría necesidad de perder su valioso tiempo en un spot que, además, es de pésima manufactura.
Y sin duda que sería saludable que la democracia mexicana permitiera que el Presidente y los gobernantes hicieran campaña por sus candidatos, pero la democracia y los procesos electorales, no son un asunto de contentillo. Y por lo pronto, ni Calderón, ni Ebrard, pueden o deben andar de metiches, donde no los llaman. ¿Cara o Cruz?
¿SE ACUERDAN?
Como ocurre en prácticamente todos los debates, el segundo encuentro entre los candidatos presidenciales de 2006, definió la agenda mediática de los días que siguieron. Y en aquella ocasión, la discusión giró en torno al supuesto enriquecimiento ilícito del cuñado “incómodo” de Calderón, Diego Hildebrando Zavala.
Quizá algunos recuerden que al final del debate, Andrés Manuel López Obrador acusó a Felipe Calderón de haber favorecido a su pariente durante los meses en que el entonces candidato estuvo al frente de la Secretaría de Energía. De modo que Hildebrando Zavala se habría embolsado varios miles de millones de pesos con la venia del ahora presidente.
Como era de esperarse la opinión pública se deshizo en cuestionamientos y así como hoy muchos critican el ilusorio ahorro de 300 mil millones de pesos que ofreció Andrés Manuel en el debate del domingo; hace seis años, el episodio Hildebrando provocó que se hablara de demandas, engaños e incluso que se vieran episodios violentos.
Y al tiempo que el panista y el de la izquierda se golpeaban con todo; el abanderado del PRI, Roberto Madrazo, intentaba vender ilusiones al asegurar que, según sus cifras, ya había alcanzado a sus adversarios. ¡Menuda pifia!
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