Copenhague. La líder opositora birmana Aung San Suu Kyi, que ha pasado 24 años de cautiverio en su país, dijo hoy en el discurso de recepción del Nobel de la Paz que lograr el premio en 1991 la ayudó a volver a la realidad y que sacó a Birmania del olvido.
“Me hizo real de nuevo, me devolvió al resto de la humanidad. Y lo que fue más importante, el Premio Nobel atrajo la atención del mundo a la lucha por la democracia y los derechos humanos en Birmania. No nos iban a olvidar”, dijo en la ceremonia que se celebró en el Ayuntamiento de Oslo.
Suu Kyi no pudo recoger el Nobel en 1991 porque estaba bajo su primer arresto domiciliario, pero la medalla, el diploma y los 10 millones de coronas suecas (algo más de un millón de euros) los recibieron entonces su marido y sus hijos.
Destacó que el proceso de volver “al mundo del resto de los seres humanos” desde su aislamiento no fue instantáneo, sino paralelo a las noticias de las reacciones a un premio que reconoció que “la oprimida y aislada Birmania era también una parte del mundo”.
“Para mí recibir el premio Nobel de la Paz significa personalmente extender mi preocupación por la democracia y los derechos humanos más allá de las fronteras nacionales. El Nobel de la Paz abrió una puerta en mi corazón”, dijo en su discurso, en una ceremonia transmitida por la televisión pública noruega NRK.
El viaje de Suu Kyi ha Noruega ha sido posible por el proceso de reformas que intenta transformar la autocracia birmana en una democracia parlamentaria, desde que la última junta militar se disolvió y traspasó el poder a un gobierno civil afín en 2011.
Suu Kyi aseguró que desde su independencia en 1948, Birmania no ha conocido un período de paz, por la incapacidad para establecer la confianza y la comprensión necesarias para eliminar las causas del conflicto.
Ni siquiera ahora, ya que las hostilidades no han cesado en el norte del país, y poco ante de su salida de Birmania, en el oeste hubo varias muertes en hechos violentos, denunció Suu Kyi, quien se mostró esperanzada en el futuro.
“En los últimos meses, las negociaciones entre el gobierno y los grupos étnicos han hecho progresos. Esperamos que los acuerdos de alto el fuego lleven a pactos políticos basados en las aspiraciones de la gente y el espíritu de unión”, defendió.
La líder birmana recordó que tanto ella como su partido, la Liga Nacional por la Democracia (LND), están preparados para desempeñar “cualquier papel” en el proceso de reconciliación nacional.
Las reformas impulsadas por el nuevo Gobierno sólo se pueden sostener “con la cooperación inteligente de todas las fuerzas internas” y serán efectivas en la medida en que mejoren la vida del pueblo birmano, de ahí que la comunidad internacional juegue “un rol vital”, en opinión de la laureada.
En una intervención previa al discurso de Suu Kyi, el secretario del Comité Nobel noruego, Thorbjørn Jagland, resaltó que la ceremonia de hoy -más corta de lo habitual- es “una de las más notables” en la centenaria historia del galardón.
Aung San Suu Kyi fue distinguida en 1991 por ser “uno de los ejemplos más extraordinarios de coraje civil en Asia en las décadas recientes” y con el premio se pretendía apoyar la lucha por la democracia, los derechos humanos y la reconciliación étnica, recordó.
“El intervalo de 21 años ha probado que el comité tenía razón”, dijo Jagland, para quien la premiada se convirtió en “líder moral” de todo el mundo durante su arresto domiciliario.
Jagland expresó su deseo porque no sea necesario esperar tanto tiempo como con Suu Kyi para que el disidente chino Liu Xiabo, premiado en 2010, pueda viajar a Oslo.
Las autoridades chinas no dejaron viajar ni a Liu ni a ningún familiar cercano a la ceremonia de entrega del Nobel, porque éste cumple condena de once años de prisión por incitar a la subversión como coautor de un manifiesto contrario al régimen de Pekín.