El jueves 14 de junio, por la noche, en Tlalnepantla, dos activistas del movimiento #Yosoy132 fueron detenidos y una más fue atropellada, al parecer, por el hermano del alcalde de Tlalnepantla. Su “delito” fue colocar propaganda contra el PRI en el mobiliario urbano. Desde la cúpula de la campaña del PRI hubo voces que, para variar, los acusaron de vándalos, de la misma forma que cuando Enrique Peña Nieto visitó la Universidad Iberoamericana, los estudiantes que protestaban fueron acusados de porros y ajenos a la universidad. A las pocas horas de los hechos de Tlalnepantla, la página electrónica del municipio había sido tirada por un grupo de “hacktivistas” (hackers activistas), Anonymous.

 

El movimiento Anonymous es internacional, pero de manera creciente está teniendo actividades en México. Pocos días antes de los hechos de Tlalnepantla, manifestaron su simpatía con la bandera “Anti – Peña” tirando también la página www.enriquepenanieto.com.

 

Estos ataques de Anonymous no son los únicos. Previo a la llegada del Papa Benedicto XVI, tiraron la página de la Conferencia del Episcopado Mexicano. En algún momento enarbolaron una bandera contra los Zetas por el secuestro de uno de sus miembros. Recién se supo que el secuestro fue coincidencia, Anonymous no era el objetivo, pero al descubrir que se trataba de un integrante de la organización los Zetas obtuvieron información, y ambas organizaciones pactaron -al parecer- la no agresión mutua a cambio de la liberación del secuestrado sano y salvo.

 

El tema de que Anonymous enarbole banderas como la lucha contra la represión, como en Tlalnepantla (y la amenaza que publicaron en tuiter con la cuenta @anonopshispano “¿Algún otro municipio tiene ganas de reprimir a #YoSoy132? #Anonymous?”), resulta positivo. El que exista un grupo secreto con una forma de operación anarquista que tome banderas más allá de la legalidad, sin embargo, puede implicar ciertos riesgos, crecientes todos. Nada garantiza que el día de mañana no surjan hackers mercenarios que  ataquen páginas de organizaciones sociales o de “buenos” gobiernos. El hecho de que sean una organización secreta, con sus propios códigos, como al parecer lo son, implica no sólo el cuestionamiento a las instituciones sino una amenaza permanente.

 

En un video que difundieron (siempre con una voz robotizada y la imagen de la máscara utilizada en el cómic “V de Vendetta”) con motivo del ataque al sitio oficial de Peña Nieto, dicen estas frases:

 

“Hola ciudadanos del mundo, somos Anonymous … Enrique Peña Nieto no puede ser presidente de México, esto no puede suceder … Si Enrique Peña Nieto llega a Los Pinos, Anonymous no se quedará con las manos cruzadas … Somos Anonymous, Somos Legión, no perdonamos, no olvidamos, espérennos”.

 

La firma de todos sus vídeos es la misma “Somos Anonymous, Somos Legión, no perdonamos, no olvidamos”. Cada acción cibernética supone la posibilidad de hacer una de mayor alcance, por lo que el grupo podría nunca quedar satisfecho y siempre tratar de manipular el entorno institucional. La posibilidad de que Peña Nieto gane las elecciones y ellos emprendan un ciberataque masivo con motivo de su toma de posesión es real. No hay derramamiento de sangre, pero siempre hay riesgo de comunicaciones intervenidas y de que, como anarquistas, sus actos ayuden a generar alerta entre la población.

 

Anonymous me genera cierta simpatía por las acciones en lo individual, pero la preocupación de que en algún momento asuman banderas menos legítimas, que se dividan o que surjan los cibermercenarios. De cualquier manera, hay que reconocer que pueden convertirse en un poder disuasivo contra la represión o contra la manipulación informativa. Al final de cuentas ésta hace más daño que un anarquismo pacífico como el que profesan.

 

 @GoberRemes

 

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