Técnicamente, la decisión de Peña de no asistir al debate de #yosoy132 es comprensible, el problema, es el mensaje. En condiciones normales, es obvio que no asista a un debate organizado por un grupo que expresamente se ha pronunciado “anti-Peña”. Sus asesores buscan minimizar el desgaste. Sin embargo, en las actuales circunstancias, envía un mensaje de soberbia, y desconfianza. Muestra incredulidad sobre la espontaneidad del movimiento o la minimiza. Refleja desprecio por los cambios estructurales de la ciudadanía o, en el mejor de los casos, poca capacidad de entendimiento y respuesta ante los mismos.
Hasta ahora, como puntero, había elegido bien sus batallas. Pero, ante los estudiantes, cuyo grito surge por omisiones en la cobertura televisiva de una visita del mismo Peña a la Ibero, parece errar.
Las condiciones del debate de #yosoy132 son adecuadas y ofrecen imparcialidad:
Se llevará a cabo en un lugar neutral (CNDHDF) y sin público.
Habrá tres moderadores: Genaro Lozano, periodista, Rodrigo Munguía, profesor y Carlos Brito, Estudiante.
Habrá un notario público que dé fe de la legalidad del sorteo de orden de participaciones y de las preguntas que serán elegidas al azar.
Se cumplirá con todos los requerimientos legales.
Los jóvenes lo invitan a hacer efectivo su “manifiesto democrático”. Los peñistas los rechazan por haberse pronunciado en su contra. Con ello, validan: 1) que su oferta de escuchar a los que no están de acuerdo con ellos es más retórica de campaña que realidad; 2) que no creen que los estudiantes puedan realizar un evento imparcial.
Peña duda de la juventud y de la capacidad de la sociedad para generar diálogo imparcial. Tiene casi ganada la elección pero desconfía de los universitarios. A diferencia de los otros candidatos, manda una señal de desprecio a la exigencia de transformación de la clase política que la sociedad grita. Demuestra, con su NO asistencia al debate, que solo atiende a las mayorías que gustan de su presencia y de sus compromisos básicos que evaden el cambio social estructural.
México vive el clímax de su bono demográfico, y una profunda transformación social pero Peña asegura que no hay cambio de fondo requerido. Afirma que el modelo de desarrollo puede continuar si se le agrega eficiencia en la forma de operar. Los priistas omiten la imperiosa necesidad de apertura política, e inclusión social y económica.
La campaña de Peña es impecable. Sus estrategas demostraron capacidad para capitalizar las necesidades de la clase media emergente y la vulnerabilidad de los votantes hartos de un gobierno panista hostil e incompetente. Además, evadieron los costos políticos causados por gobernadores priistas, en cuyas manos recae parte de la responsabilidad del actual desastre. Se conforman con las mayorías y desprecian a los grupos que contagiarán la exigencia y la consciencia en los próximos años.
Peña manda el mensaje de que minimiza la consciencia de la sociedad. Su discurso es vago, sus promesas locales. Promueve el estatus quo con eficiencia sin atender las necesidades de renovación. Lo demostró con la frialdad de su discurso ante el Movimiento por la Paz y Dignidad liderado por Javier Sicilia y ahora con lo jóvenes. Pero puede ganar la elección. Por eso, ojalá cambie su mensaje y reconsidere su asistencia al debate. Ojalá modifique su postura ante una sociedad que busca estabilidad macroeconómica con apertura democrática, pero, sobre todo, que exige un nuevo modelo de relación entre gobernantes y gobernados.
@cullenaa | Fb: La caja de espejos