Extraer de un color todas sus posibilidades es más pictórico que emplear una variedad de pigmentos, opinaba el connotado muralista mexicano Rufino Tamayo, quien es recordado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), en su 21 aniversario luctuoso, que se conmemora este 24 de junio.
Figura sobresaliente de la pintura del siglo XX, Tamayo, consideraba que el pintor debe manifestarse a través de sus pinceladas y sorprendió a la crítica al plasmar todas las calidades e intensidad de los azules nocturnos, la palidez de los malvas, el impacto de los púrpura y un espectro de naranjas, rosados y verdes.
Rufino Tamayo (1899-1991), creador de pintura de caballete, cuadros y murales, decoró diversos lugares tales como el edificio de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en París.
La mexicanidad formó parte de su desarrollo creativo y de su propuesta estética en las décadas de los 20 y 30, así como de sus reflexiones en torno a la identidad cultural, que expresó con colores y con la experimentación formal como recursos simbólicos.
El pintor trabajó con energía sus investigaciones sobre el color, nuevos materiales y técnicas.
Al respecto el escritor y poeta mexicano Octavio Paz (1914-1998) señaló, en su texto “Tamayo en la pintura mexicana”, que el muralista además se ser un colorista y lírico, al presentar sus pinturas, era también filosófico.
El color de sus cuadros era capaz de crear distancias, texturas y efectos que permiten entrar en esa realidad que Tamayo quería mostrar. Un pintor que descubrió que por medio de la simplicidad formal y la experimentación pictórica lograba evocar mundos subjetivos y podía expresar emoción en sus imágenes.
Para el escritor Xavier Villaurrutia (1903-1950), la obra de Tamayo era única, pues “no encuentra en la pintura mexicana contemporánea un colorista de la fuerza ni de la valentía de Rufino Tamayo”, opinó.
En sus primeras obras, creadas entre 1926 y 1929, aparecen en su paleta únicamente los grises, blancos y sepias, y con esta disciplinada restricción se definió al artista pictórico.
A partir de 1930 los rojos y un tono azul que parece provenir del arte popular se hicieron presentes en sus obras, mientras que en 1938 manejó una variedad de colores.
Sin embargo, lo más significativo, escribió Xavier Moyssen (1924- 2001) en un texto dedicado al pintor, fue la aparición de una tonalidad cálida proveniente de un rojo que calificó como Tamayesco y que imprimiría un carácter muy peculiar a su posterior obra.
En la siguiente década, Tamayo introdujo nuevos valores pictóricos; rojos y azules que hicieron posible la creación de cuadros como “Perro aullando” (1942) y “Acróbatas” (1947).
Durante dicho periodo aparecieron también por primera vez los grises en una serie sorprendente de tonalidades que se mezcló con la presencia de otros colores para su obra que en esos años, ya eran de carácter universal.
Moyssen señala en su texto “Rufino Tamayo”, de la publicación “Cinco grandes de la pintura mexicana”, que para conseguir ciertas calidades y efectos en sus cuadros, el artista recurrió a las posibilidades que le proporcionaron los materiales que empleó, estuvo atento a aportaciones de otros maestros como mezclar los colores con arena fina de mármol, pero se mostró renuente a emplear elementos no pictóricos, como recortes de papel.
Las temáticas que Rufino Tamayo plasmó en sus obras fueron sobre naturaleza muerta, erotismo y aspectos relacionados con el cosmos. Se interesó por el carácter simbólico y expresivo de los elementos formales, presentó tehuanas, indios, magueyes, sombreros, pirámides, sandías, vírgenes de Guadalupe, máscaras y animales.
La obra de Tamayo goza de gran reconocimiento internacional y ha sido expuesta prácticamente en todo el orbe, incluyéndose en colecciones de museos con prestigio internacional.
Uno de los recintos que alberga obra del pintor quien falleciera a los 92 años de edad, el 24 de junio de 1991, es el museo que lleva su nombre ubicado en el Bosque de Chapultepec e inaugurado el 29 de mayo de 1981.
En aquel año, Tamayo proporcionó al recinto 300 piezas entre pinturas, dibujos, gráficas y tapices de 168 artistas internacionales.
Actualmente dicho museo resguarda alrededor de diez de sus obras mismas que son prestadas a otros recintos culturales para su exhibición.
La obra de Rufino Tamayo está en distintas galerías y museos del país y el mundo como Nueva York, Texas, Ohio, Washington, Madrid, Oslo, Sache, París, California, Monterrey, N.L., la Ciudad de México y Japón.