La crisis financiera que azota al mundo desarrollado y que ha derivado en una crisis económica sin precedentes ha evidenciado que la pretendida distancia que debe existir entre la toma de decisiones de los bancos centrales y las de sus gobiernos, es más formal que real.

 

Se puede decir que la gravedad de la crisis, la ineficacia y las escasas herramientas a la mano para enfrentarla y las limitaciones propias de la política monetaria con tasas cercanas a cero, han sido factores que atropellaron la pretendida autonomía de decisión de muchos de los bancos centrales más poderosos del orbe.

 

Quizá una de las consecuencias más graves de esta crisis, desde la óptica de la regulación y supervisión financiera, es que -en no pocos casos- se ensombreció la autonomía de los bancos centrales frente a los grandes bancos privados del mundo. ¿Quién impone a quién? es una pregunta que no es excesiva si tomamos en cuenta lo ocurrido durante los últimos años en los sistemas financieros de Estados Unidos y Europa.

 

¿Acaso sigue siendo deseable que los bancos centrales conserven márgenes de libertad frente a sus gobiernos? ¿Y qué decir de la contundencia para decir “no” a los apetitos de las poderosas corporaciones bancarias privadas?

 

El cuestionamiento también aplica para México y le explico por qué:

 

1. En unos días más tendremos un nuevo gobierno y según todas las encuestas publicadas el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, tiene las probabilidades más altas de ganar la elección presidencial.

 

2. La Junta de Gobierno del Banco de México tiene una fuerte afinidad y preferencia por el candidato priista, por lo que de llegar Peña Nieto al gobierno la cercanía entre el principal círculo del banco central y el gobierno federal se estrechará. Es conocida la cercana relación del gobernador Agustín Carstens con Peña Nieto y su primer equipo, así como la vieja relación que existe entre el subgobernador Roberto del Cueto y Carstens.

 

3. También es conocido que al interior de la Junta de Gobierno el gobernador Carstens tiene en José Sidaoui a su principal contrapeso en la toma de decisiones por su experiencia y amplia trayectoria en el banco central. Sin embargo en el escenario de Peña Nieto como presidente es probable que en diciembre próximo Sidaoui no sea designado para un nuevo periodo, fortaleciendo la posición de Peña Nieto y de Carstens en la Junta con el nombramiento de un nuevo subgobernador.

 

4. Los contrapesos al interior de la Junta parecen encaminados a debilitarse con la aún corta trayectoria de los otros dos subgobernadores, Manuel Ramos Francia y Manuel Sánchez, además que no se puede dejar de mencionar que tanto Roberto del Cueto como Manuel Sánchez fueron funcionarios de la banca privada.

 

5. Con estos elementos puestos en un escenario electoral aún hipotético como el descrito, y en un contexto global de fuerte incertidumbre, salta la pregunta: ¿Acaso se encamina el banco central a debilitar su autonomía de decisión frente al gobierno federal? E incluso cabe preguntarse si la actual Junta de Gobierno del banco central -y su nueva conformación en el futuro cercano- ha reforzado o no su presencia y autoridad frente a los banqueros privados; un asunto del que se habla muy poco.

 

Mucho se ha ganado en los últimos años con una sólida construcción institucional en el Banco de México, pero el proceso continúa. La complacencia y las ganancias particulares son los enemigos a vencer.

 

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