Al llegar por primera vez al Ex Molino de Belem a finales del 2008, nos encontramos con un conjunto de 11 edificios, entre antiguos y “no tanto”, con proporciones de “trojes” (edificios que se hicieron originalmente para el almacenamiento de trigo), girando alrededor de una plaza a la que se accede por un arco desde una calle pequeña. No podíamos saber las épocas, ni la originalidad del conjunto; la historia reseñada brevemente en la columna de la semana pasada era, si bien poco conocida, completamente desconocida para nosotros. Sin perder la sobriedad de su configuración volumétrica original, el conjunto se modificó mucho sólo durante el siglo XX. Se perdieron no pocas hectáreas de la propiedad original en el crecimiento irregular, dejando “el Castillo” como bautizaron al Ex Molino los nuevos vecinos del lugar, localizado en un lugar por el que no pasas, sólo llegas si lo buscas. Está en un “cul-de-sac” de una calle que se llama Belem de las Flores, justo abajo de la actual sede de Secretaría de Seguridad Pública de Constituyentes, en la Delegación Álvaro Obregón.

 

El Ex Molino de Belem sigue aprovechando las aguas del poniente de la Ciudad de México. Fue una sorpresa especial presenciar un arroyo de agua cristalina corriendo por un pequeño acueducto al interior de uno de los edificios centrales del conjunto. Era el testimonio vivo, físico, del porqué del Ex Molino estaba emplazado allí.

 

Molino, fábrica de Papel, taller de Maestranza de Artillería, laboratorio de municiones y artefactos, parque público, casa de Servicio Social de Recuperación de Salud de los Empleados de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, museo de la Historia de las Comunicaciones en México*, oficinas de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología (SEDUE) en los 80´s, o de la Secretaría de Desarrollo Social (SDS) en los 90´s, es lo que se percibía en la atmósfera del lugar mientras hicimos el primer recorrido de reconocimiento y de “respiración de la historia”. Todavía nos tocó ver lo que quedaba de las oficinas de la Contraloría Interna de la SDS, una obra (1990) de la Arq. Erika Sorensen publicada en el libro México: nueva arquitectura 2

 

El posible encargo que nos llevó allí por parte del Gobierno Federal a través de la Secretaría de Seguridad Pública, era recibir propuestas para el conjunto arquitectónico de su propiedad en virtud de salvaguardarlo mediante la incorporación de espacios que promovieran la investigación y la profesionalización de la dependencia federal. Había que responder desde el uso y el programa arquitectónico inclusive, respetando en todo momento la estructura original de los edificios.

 

En la columna Con Perspectiva del pasado 14 de marzo, hablábamos de la salvaguarda como una especie de aprovechamiento responsable del patrimonio arquitectónico heredado, que se traduce, dependiendo del caso en restauración, en edificios de mucho valor patrimonial; revitalización, en edificios a los que se les inyecta vida nueva; remodelación, en los que aprovechando solo la estructura se transforman con gran libertad formal; o reinterpretación, inclusive, cuando lo que queda está tan deteriorado que hay que rehacerlo casi todo.

 

En el caso del Ex Molino de Belem y de nuestra reciente intervención (TDM + un servidor) aunque posiblemente predominen la revitalización y cierta reinterpretación, existieron todos los conceptos mencionados arriba. Desde la más ortodoxa restauración en los vestigios originales, hasta la remodelación y la incorporación de elementos contemporáneos -sostenibles y accesibles- en congruencia con el momento histórico en que vivimos. Quedará por verse en el corto plazo, la capacidad de contagio y regeneración urbana que el Ex Molino pueda provocar en lo que, tiempo atrás, fueran sus dominios. Comparto un croquis.

 

*Fuente: Breves Apuntes para la Historia del Ex Molino de Belem, editado por la Secretaría de Seguridad Pública en 2009.

 

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