Josefina Vázquez Mota no fue la única responsable de haber perdido este domingo la elección presidencial, colofón amargo de 12 años de gobiernos panistas. Su derrota es resultado del catarrito económico en 2008 que se volvió una pesadilla con cara de Andrés Manuel López Obrador en junio, y de un amargo periodo de implosión en el PAN, lleno de rencores, mezquindades y decisiones en la campaña presidencial que le arrebataron al partido la posibilidad de mantenerse en el poder. “Nos alcanzaron las contradicciones”, dijo uno de sus colaboradores. “Se cometieron errores que nos hicieron perder”.
¿Tuvo Vázquez Mota algún momento la posibilidad de mantener al PAN el poder? En su equipo consideran que aunque cuesta arriba, era posible. La candidata remó contra una corriente adversa que comenzó en 2008 con la crisis económica mundial. El entonces secretario de Hacienda, Agustín Carstens, dijo que era un catarrito que no mataría a los mexicanos, pero costó casi 400 mil empleos que electoralmente dejó al PAN en 29% del voto nacional.
Vázquez Mota se lanzó por la nominación presidencial como la candidata de oposición dentro del gobierno, que tuvo en Ernesto Cordero al candidato oficialista. Ganó la candidatura, pero su primer error fue no leer bien el triunfo. Cordero perdió por menos de 12 mil votos en Guanajuato, Jalisco y Morelos, por la traición de los gobernadores de El Yunque que habían prometido respaldo. Tampoco se dio cuenta que casi 55% de las candidaturas de elección popular respondían al presidente Felipe Calderón y a Cordero.
La contienda interna fue salvaje, y Vázquez Mota nunca pudo sanar las heridas que dejó. Por el contrario, se profundizaron. Su arranque de campaña en el Estadio Azul en la Ciudad de México, cuando se fue el público mientras daba su discurso, rompió su momentum y mostró la mezquindad de los panistas con la candidata. No era la preferida de Calderón y sintió su frialdad. Como reacción, su primer equipo de campaña quería cobrar cuentas al calderonismo, y le dio el slogan “Diferente”, sin explicar nunca por qué era diferente, al tiempo que era tan ambiguo que no se sabía si era o no un sutil rompimiento con el Presidente. En todo caso, ni jaló los positivos de Calderón y sí se le acumularon sus negativos.
La candidata hizo los primeros ajustes. Rafael Giménez, quien manejaba los estudios de opinión pública en Los Pinos, se integró a su equipo y planteó la campaña negativa contra el puntero Enrique Peña Nieto. De su estrategia salieron los spots de los compromisos incumplidos que fueron conocidos por 95% de la población y le generaron nueve puntos negativos. Pero ella no fue quien capitalizó la caída de Peña Nieto, sino Andrés Manuel López Obrador, que tenía una campaña positiva con la estrategia de la “República Amorosa”.
El primer debate presidencial se lo llevó López Obrador, mientras que Peña Nieto ni se desbarrancó, ni fue el candidato paralizado incapaz de articular frases seguidas. Sus pérdidas fueron marginales. En el equipo de Vázquez Mota había una pugna interna entre quienes pensaban que la campaña tenía sólo dos posibilidades, ganar o perder, y quienes argumentaban que tenía que verse en tres etapas, donde se analizaban con quién podían cohabitar en segundo.
Ganaron estos últimos, por lo que en el momento climático del ataque a Peña Nieto, se detuvo súbitamente. El porcentaje de spots negativos contra Peña Nieto era de 50% -contra momentos en la campaña de 2006 donde Calderón llegó a tener hasta 100% de spots negativos contra López Obrador-, pero no continuaron. Era un problema de éxito. Tras esa campaña, una encuesta interna de la Presidencia reflejó una ventaja de Peña Nieto sobre López Obrador de cuatro puntos. Una semana después, el periódico Reforma publicó la suya, que daba los mismos números.
El sector empresarial se asustó y presionó para que dejaran de criticar a Peña Nieto y se enfocaran en López Obrador. Desde Los Pinos hubo órdenes implícitas para disminuir esa frecuencia de spots, y de acuerdo con fuentes de la campaña, el Presidente mandó a Guadalajara a su directora de Comunicación, Alejandra Sota, quien en el segundo debate enfatizó las intenciones de la Presidencia. La recuperación de Peña Nieto había sido consecuencia del temor ante López Obrador. “Teníamos a Peña, pero cuando venía en picada, le dimos oxígeno”, dijo un colaborador de Vázquez Mota.
El cambio de estrategia, que provocó tensión dentro del equipo de campaña, que ya traía una cauda de diferencias dentro del panismo. Había conflictos en varias partes del país, y más traiciones. Una de las más notables, la del gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, que golpeó a la extrema derecha del PAN, que había pactado con Vázquez Mota en la contienda interna.
Otra fue la del ex presidente Vicente Fox, que le dio la espalda a la candidata y al PAN, por el conflicto de Calderón, que no le dio dinero para el Centro Fox. El apoyo a Peña Nieto del ex presidente del partido Manuel Espino no tuvo impacto, pero subrayó que uno de cada tres ex líderes nacionales estaba fuera del partido por pugnas internas, el último de los cuales se dio entre Calderón y el actual dirigente Gustavo Madero.
Vázquez Mota, que nunca terminó de tener el control de su campaña, lucía desesperada. Dos muestras fueron durante el debate con el movimiento #YoSoy132, donde anunció un gabinete cuyos nominados la rechazaron en público, y cuando en el cierre en Guadalajara dijo que le ofrecería la PGR al Presidente, que tampoco consultó con él. Vázquez Mota peleó hasta el final, pero sabía desde la víspera de la jornada que no había nada qué hacer salvo, de ser posible, arrebatarle a López Obrador el segundo lugar y mantener un poco de honor y cara al PAN.