El presidente consejero Leonardo Valdés no quiso perder el control de la información por lo que adelantó su mensaje en cadena nacional 30 minutos. Las presiones, ausentes durante la jornada, comenzaban a aparecer.
A las 11:15 Valdés anunció que el ganador de la contienda, según los conteos de más de 7 mil 500 casillas de los 300 distritos, señalaban como vencedor a Enrique Peña Nieto del PRI y Verde Ecologista con un porcentaje de votos que oscilaba entre el 37.93% y 38.55%; Andrés Manuel López Obrador (Movimiento Progresista, PRD, y PT) 30.90 y 31.86%; Josefina Vázquez Mota, 25.10 a 26.03% y Nueva Alianza 2.27 y 2.57%.
En pocas palabras, Valdés resumió la jornada con pocas palabras y a la vez concretas: “Vivimos la democracia con normalidad (…) la hemos consolidado”. “Gracias a usted (ciudadano), que votó, se estima que la participación fue superior el 62%, más de 49 millones de ciudadanos”.
Todo indicaba que el PREP no había jugado a favor del IFE, sin embargo, la realidad era otra. El consejero Lorenzo Córdoba explicaba el fenómeno debido al enorme cantidad de campos que tenían que llenar en las actas los funcionarios que se encontraban en las casillas.
En el IFE, la jornada había resultado optimista desde el punto de vista de la organización de las elecciones.
Hacia las ocho de la noche, el Consejero ciudadano del Instituto Federal Electoral se dirigió en cadena nacional para disipar los murmullos que circulaban por los corredores mediáticos y redes sociales. En realidad el mensaje tenía a un destinatario (con copia a uno de los candidatos). El destinatario era Jesús Zambrano, el presidente del PRD quien a través de Twitter daba a conocer la victoria presidencial de su partido en varios estados tres horas antes de que el IFE diera a conocer los resultados PREP. Así comenzaba, oficialmente, la ruptura de civilidad que todos los partidos habían firmado ante el IFE un par de días antes.
“Les pido a los mexicanos y mexicanas que estén atentos, les recuerdo que la única información oficial es la que proporciona el Instituto Federal Electoral”, comentó el presidente del IFE.
La copia del mensaje de Valdés fue para Josefina Vázquez Mota. Y es que, para los consejeros, resultó anómalo el anuncio adelantado de la candidata del PAN. Un discurso eufórico para cubrir la estrepitosa derrota.
Por la mañana, durante la sesión extraordinaria, los consejeros ciudadanos presentaban una especie de radiografía electoral. El Consejero Marco Antonio Baños oficializaba, lo que meses antes parecía un milagro: sólo dos casillas de las 143 mil 137 no se abrieron. Una de ellas en el distrito 4 de Matamoros, Tamaulipas y la otra en Oaxaca. Una inundación y la imposición de usos y costumbres por parte de la población, respectivamente, fueron las causas.
Algo más, hacia las dos de la tarde, el 99.62% de las casillas se encontraban realizando sus funciones, el objetivo del IFE estimaba la cifra en 98%. Prueba superada.
Otro de los consejeros, Lorenzo Córdoba, no lograba simular su entusiasmo. Perseguido por cámaras y micrófonos de radio y televisión, ofrecía más números alentadores: en poco menos de 140 mil casillas, atestiguaron el desarrollo cívico de las votaciones 4 funcionarios y sólo en 81 casillas no llegaron los funcionarios por lo que se tuvo que detonar una de las fracciones del reglamento electoral en el que los ciudadanos que acudieran a votar, en ausencia de funcionarios, ejercieran sus funciones.
La lluvia comenzó a caer en el epicentro de la credibilidad federal. Sobre las dos de la tarde, un grupo de manifestantes que se empaparon a las afueras del IFE, coreaban “Queremos votar”; “Queremos votar”. La proclama convalidaba la alegría de los consejeros. La jornada del primero de julio se convertía en modélica desde la vena administrativa. El propio consejero Bolaños, en entrevista para 24HORAS, señaló que los partidos políticos han sido, históricamente, los que se han negado a incrementar el número de boletas en las casillas especiales. Las 750 por cada una de las casillas especiales, se terminaron muy temprano. Los ciudadanos, enardecidos, querían votar.
En una de las explanadas del IFE, tomadas por los estudios de televisión y radio, creados ex profeso para la jornada electoral, se ubicó una especie de parque temático. Una botarga con la forma de credencial electoral, un credencial gigante con un óvalo destinado a toda a aquella persona de deseara tomarse la foto, un módulo con boletas electrónicas, entre otros rincones estéticos, servían para sortear los nervios de cientos de personas que entraban y salían de la enorme sala de prensa. Rigoberta Menchú fue una de ellas. Un distraído y a la vez provocador reportero le formuló la siguiente pregunta: ¿Qué piensa que el PRI regrese al poder? Antes de que Menchú concatenara su respuesta a la pregunta, una voz aledaña precipitó el final de la entrevista: “No puede responder a esa pregunta”.
En el epicentro de la credibilidad no había mayores problemas. Dos hechos demuestran lo anterior. Leonardo Valdés no salió en cadena nacional hacia la una de la tarde, y la segunda prueba, la atención de muchos reporteros y enviados internacionales hacia la final de la Eurocopa. España goleaba y la pausa de atención electoral relajaba el ánimo.
Hacia las siete de la tarde, uno de los sabios estadísticos del IFE me comentaba que la diferencia entre el primero y el segundo lugar sería de 7 puntos porcentuales. No se equivocó. Unas horas después el PREP lo confirmaría.
Al final de la jornada, soplaban por los pasillos del IFE, las palabras de López Obrador. En vilo su reconocimiento frente a la victoria del IFE, es decir, de los ciudadanos.