“Derrota mayúscula” dice Gustavo Madero. Al fin, alguien en el PAN se dio cuenta del malestar ciudadano que su partido generó y de la factura que la sociedad le pasó. Su búsqueda por polarizar y confrontar a la sociedad, acusar sin proponer y negar toda responsabilidad sobre las consecuencias de sus políticas, finalmente se reflejó en el rechazo popular. La combinación blanquiazul de prejuicios, discriminación, arrogancia e impunidad sólo duro 12 años.
El triunfo del PRI, lejos de ser un “suicidio colectivo”, como algunos insisten en calificarlo, es producto de incentivos directos del votante en busca de una mejoría. Está por verse si los priistas cumplirán. Sin embargo, es comprensible que la falta de narrativa y la incompetencia panista, sumada al desorden de la izquierda y a un candidato con altos negativos, desembocaran en un apoyo a lo “conocido” y mejor vendido de la contienda: Peña.
Responsabilizarán de la derrota a Josefina, para negar su castigo. El PAN fue incapaz de crear un proyecto de Nación. Lejos de unir a los mexicanos, nos dividieron. Lograban consensos mundiales, sin generar un solo acuerdo local. Se entusiasmaron con el aplauso internacional y tuvieron su respuesta nacional.
Resguardados en fracciones constitucionales, el Presidente, democrático, desdeñó a los poderes de la Unión. Pasó 6 minutos en el Congreso en su toma de posesión y nunca más volvió. Para evadir su responsabilidad, sistemáticamente, acusó a la Suprema Corte de corrupción y a los estados de traición. Son deficientes los otros poderes, pero resultó inaceptable el desprecio del ejecutivo que criticaba sin reconocer sus propias deficiencias y sin generar soluciones reales.
Los panistas no respetaron a sus detractores ni a sus seguidores, incluso castigaron a los miembros del partido con capacidad de diálogo con los contrincantes. En su paranoia, se canibalizaron y subestimaron al resto de los mexicanos. Confiados en sus encuestas, no aprendieron a escuchar a la sociedad, ni a leer lo que necesitaba. Confiaron en las campañas negativas y fallaron.
El mexicano es un votante sofisticado:
• No entregó toda su confianza al PRI: Peña ganó por 6 puntos, no por 15 y no tendrá mayoría en ninguna de las cámaras.
• Sabe castigar a un mal gobierno, como lo hizo con el PAN.
• Sabe premiar al buen gobierno hasta con “carro completo” como en la capital. Ganó Ebrard por su desempeño y por la selección de un candidato serio y bien evaluado.
• Sabe diferenciar al candidato local del federal independientemente del partido.
Bajo esta óptica, el triunfo del PRI se da como resultado de la búsqueda de un cambio más que de un retroceso no pensado. Peña tendrá que entender que la sociedad se sabe defender y hacer escuchar. A pesar de la extensa cargada mediática para manipular, sin resultados no hay reelección. Si nos cansan los podemos expulsar. Aunque lo dude, Peña se jugará la presidencia en la forma de relacionarse con la sociedad.
Deberá demostrar capacidad para dialogar y gobernar en democracia. Allende la eficiencia administrativa y las reformas estructurales, deberán desarrollar nuevos mecanismos de inclusión ciudadana. Necesitará salir de su burbuja mediática y demostrar que saben dialogar con sus opositores más que evadirlos o reprimirlos. Deben entender que no pueden mentir a todos todo el tiempo. En su campaña demostraron poco entendimiento sobre el tema y mucho desprecio por las exigencias sociales emergentes. Ojalá les sirva de lección el castigo electoral al PAN de Calderón.
@cullenaa | Fb: La caja de espejos