México es uno de los mayores productores de mariguana en el mundo, medido por el número de decomisos, y por mediciones realizadas por los Estados Unidos desde el año de 1999. Estas cifras las desconoce el gobierno mexicano; sin embargo, al día de hoy las autoridades carecen de un sistema para medir, estimar y mapear la producción de mariguana en el país. México y Ucrania son los únicos países que no reportan a la ONU estadísticas sobre la producción de droga. En el caso de Ucrania, se entiende que esta sea una prioridad, pero México no tiene excusa, ya que lleva más de 10 años desconociendo y armando argumentos para refutar otras estimaciones en lugar de crear la capacidad técnica e institucional para conocer el fenómeno de la producción de la mariguana.
En México, la productividad de la mariguana es muy alta, ya que la tierra puede producir hasta dos ciclos al año – al igual que otras plantas en el país. Para sembrar una tonelada se requiere de una hectárea, con riego y semillas con un costo de 2 mil dólares. En Michoacán pagan el kilo a 30 dólares, el cual alcanza un valor de 800 pesos en la Ciudad de México, donde un cigarro tiene un costo entre 15 y 20 pesos.
En los Estados Unidos, el margen de venta es mucho mayor, ya que un cigarro de “Mexican weed” oscila entre los 8 y 10 USD. Este diferencial de precio es el pago por el riesgo de llevar acabo la exportación, así como la inversión en túneles y cajas de camión de doble fondo. Sin embargo, la demanda es tan alta y los consumidores muy fieles al “producto”, que esto garantiza el flujo de efectivo de una operación criminal. Se estima que las ventas de mariguana mexicana en los EU podrían alcanzar los 14 mil millones de dólares al año.
Por el lado de la demanda las mediciones y encuestas sobre adicciones, en el país no tienen la periodicidad que se requieren, se hacen cada vez que la administración juzga pertinente y los datos por lo general se vuelven de dominio público un año después. Esto, a pesar de que los académicos y expertos que laboran en el Instituto Nacional de Psiquiatría, que son reconocidos internacionalmente por haber aportado protocolos, estudios y avances en el campo de las adicciones.
Como resultado no tenemos una política pública para erradicar la producción, ni para desalentar el consumo de la mariguana. Y por otro lado, tenemos un debate que propone legalizar la mariguana, sin saber quién, ni cómo se produce el enervante. Hay inclusive académicos e intelectuales que aseguran que la legalización destruiría la estructura económica del crimen organizado y terminaría con la violencia.
Pero lo que sí sabemos es que la disponibilidad de esta droga es muy alta, y el precio es accesible. La próxima administración deberá afrontar un debate sobre la factibilidad de legalizar las drogas, y para ello es importante que se cuente con la información de mercado y de consumo. Por ejemplo, nadie sabe qué porcentaje de la demanda de droga es de menores de edad a nivel nacional (nosotros hemos estimado que el 65% de las ventas de los narcomenudistas en el área metropolitana es a menores de 18 años), no sabemos qué superficie se destina a producir mariguana y heroína en el país, lo cual impide hacer un programa de sustitución de cultivos como lo realizó Colombia. El llevar acabo un debate el día de hoy, sin contar con información clave sobre el mercado llevaría a desarrollar una política pública errónea. Sin embargo, lo que sí sabemos es que el día de hoy el precio de un churro equivale al precio de una bala de calibre .22 en una armería en la Ciudad de Houston.
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