El Universo, la energía, la materia, el espacio y el tiempo son algunos de los temas de los que se ocupan las ciencias duras o naturales. Otras ciencias, las sociales o humanas, se encargan de temas como la sociedad, el lenguaje, la cultura; ambas, seguidas de un extenso etcétera.

 

Ambos campos de la ciencia han disertado acerca de la gran pregunta sobre el ser; es decir todo cuanto hay o hubiera en el Universo (o si acaso existen multiversos), cosas inertes, cosas vivas y todo aquello que no es ni cosa ni animal ni pensamiento tenemos un origen común.

 

Esta pregunta nos ha preocupado durante milenios, desde las prehistóricas tribus de nuestros más lejanos antepasados. Hasta hace relativamente muy poco, las respuestas se han quedado en los linderos de lo teórico, cuando no, de lo mítico y hasta de lo fantasmagórico.

 

Unos milenios después, el griego Demócrito imaginó que todas las cosas se podían dividir en partes cada vez más pequeñas (o partículas) hasta llegar a los átomos (literalmente: indivisibles, en griego). Demócrito, sin embargo carecía de la tecnología y los instrumentos que posibilitaran la demostración de su teoría. Hoy, con mejores recursos y conocimiento, sabemos que tales átomos no lo son tanto, pues están constituidos por un núcleo o protón y una nube de electrones. Es curioso, pero a pesar de que esto se ha probado hace casi un siglo, todavía es común ver emblemas de átomos en los que figura una bolita en el centro y una o varias otras dando vueltas al alrededor.

 

Pues bien, la estructura atómica se puede dividir en partículas mucho más pequeñas. Pero entonces ¿la división es infinita? La Física Cuántica sugiere que no; que hay un límite, se trata de 18 partículas agrupadas en dos tipos y cuya interacción posibilitaría, por decirlo de alguna manera, la existencia de lo que hoy conocemos como Universo y todo lo que hay en él.

 

Estos dos tipos partículas fundamentales e indivisibles son los fermiones y los bosones, llamados así en honor a Enrico Fermi (italiano) y Satyendra N. Bose (indio), científicos y teóricos que los descubrieron o dedujeron su existencia a partir de experimentos, del cálculo infinitesimal y la física cuántica.

 

Los fermiones son partículas que constituyen la estructura atómica, en tanto que los bosones actúan como intermediarios o conectores. Hasta ahora se han detectado tres tipos de fermiones: quarks, leptones y neutrinos, y seis variedades de bosones: glutones, fotones, piones, kaones y los denominados con las letras W y Z.

 

Hay otros bosones cuya existencia es, hasta ahora, teórica, uno de ellos es el gravitón, cuya intermediación posibilitaría el campo gravitacional, y otro el bosón que imaginó el físico Peter W. Higgs y cuya existencia, en los primeros segundos de la Gran Explosión habría facilitado que el resto de las partículas subatómicas se estructuraran, dando estabilidad, masa -y por lo tanto materia- a la energía ahí concentrada y, con ello, al origen del Universo.

 

A principios de este milenio, diversas instituciones, como el Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en inglés) y hombres y mujeres científicos de todo el mundo han reunido su capital y conocimientos para demostrar experimentalmente la existencia del bosón de Higgs.

 

Para ello se construyó el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, también en inglés), un canal  con cables más delgados que un cabello, donde se hacen chocar partículas subatómicas a velocidades cercanas a la de la luz y, al parecer, están muy cerca de lograrlo.

 

Se dice que tras la teorización del bosón que lleva su nombre, Higgs le comentó a un colaborador que había descubierto algo sumamente importante pero completamente inútil. Creemos que no será así; áreas de la ciencia, como la medicina, esperan ansiosamente la aplicación de este portento.

 

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