Escribió León Krauze que, en una entrevista reciente con Andrés Manuel López Obrador, el tabasqueño se confesó preocupado por su lugar en la historia; por cómo sería juzgado su paso por la vida nacional. Si es así, puede ser víctima de un diagnóstico erróneo del escenario político actual.
La candidatura presidencial de López Obrador resultó, más que nada, de un esfuerzo conciliador del ala moderada del PRD, léase Los Chuchos, pero no sólo ellos. Otras tribus perredistas moderadas convergieron. Se pactó elegir candidato por medio de encuestas cuyo resultado, por cierto, nunca se dio a conocer.
Fuentes cercanas al proceso aseguran que Marcelo Ebrard, aún teniendo margen de maniobra, puesto que algunas respuestas arrojaron información ambigua que le hubiera permitido cuestionar el triunfo de AMLO, prefirió, a diferencia de su adversario, aceptar los resultados.
Había que presentar un frente de izquierdas unidas ante la elección, y Marcelo bien sabía que, si defendía con éxito su postura, López Obrador era perfectamente capaz de lanzarse como candidato del Partido del Trabajo, partiendo el voto de la izquierda en dos. Leal a su estilo, y puesto que las encuestas más o menos lo favorecieron, AMLO aceptó los resultados sin decir esta boca es mía. La historia, como se ha visto, fue distinta cuando los sondeos no le cuadraban, pero ese es otro tema.
Así pues, López Obrador fue ungido como candidato de las izquierdas, pero con reservas celosamente guardadas en secreto por una parte importante del perredismo. Vino la elección, y pasó lo que todos sabemos que pasó. No se trata aquí de hacer todos los argumentos a favor y en contra del proceso electoral, ni de sus evidentes fallas, ni de sus enormes aciertos.
El hecho es que, como presagiaban muchos, AMLO perdió, AMLO impugnó, AMLO desconoció, y en la semana que comienza anunciará en qué consiste el “Movimiento para la Defensa de la Democracia.” Suena, por lo menos, a que tomará la calle en un intento de influenciar o hasta intimidar a los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
La gran pregunta es si la izquierda moderada lo acompañará en esta nueva aventura. En la conferencia de prensa del jueves, fue conspicua la ausencia de Jesús Zambrano, quien lo había flanqueado toda la ruta. Costó mucho trabajo a la izquierda quitarse la imagen de conflictivos que quedó en gran parte de la población después del plantón de Reforma y demás consecuencias post-electorales en 2006. El propio López Obrador contribuyó a ello con su “República Amorosa,” que quedó en el olvido. AMLO dice “no seremos violentos para que no se nos acuse de violentos”, pero al calor de la marcha, ¿será capaz de contener a las fuerzas de choque del SME, a los macheteros de Atenco, a los panchitos de Bejarano?
Es mucho lo que está en juego. La izquierda tuvo impresionantes avances en esta elección. Ganó Tabasco, Morelos, arrasó el DF e incrementó sustancialmente sus diputados y senadores. ¿Vale la pena arriesgar todo eso en una misión que, en el terreno jurídico, parece condenada al fracaso? Lo veremos. Y también veremos cómo las generaciones futuras juzgan a López Obrador. Si, como dice, tanto le preocupa, debería poner los intereses de México por encima de los propios.
Y así.
@jorgeberry