Uno de los puntos en los que los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón destacan mayores resultados es la vivienda. Éstos son meramente cuantitativos: más de 10 millones de créditos para vivienda en los últimos 12 años, lo que en teoría ha beneficiado a más de 40 millones de mexicanos. Visto desde esa perspectiva, mi artículo tendría que terminar aquí.
La política de vivienda, partiendo de un objetivo numérico, es un éxito; partiendo de un objetivo de favorecer la calidad de vida de las personas, es un rotundo fracaso. En los últimos años hemos visto desarrollos impresionantes en todas las ciudades mexicanas, decenas quizá los que han superado las 10 mil viviendas. Uno de los más impresionantes, Los Héroes, en Tecámac, Estado de México, con alrededor de 50 mil.
¿Qué tanta oferta de empleo hay en Tecámac? ¿Y de escuelas? ¿De transporte? ¿La gente sale de sus nuevas casas y va por un paseo arbolado, una banqueta ancha, saluda al de la miscelánea, al de la papelería, la farmacia, el mecánico? ¿O es simplemente un trabajador que madruga para hacer dos o más horas de traslado hasta su destino? Allí se ve que la política de vivienda fracasó.
La plataforma electoral de la coalición ganadora, PRI-PVEM, marca lugares comunes respecto a la vivienda, como promover el desarrollo económico a partir de la construcción de vivienda, facilitar el acceso de los más pobres y la población rural, e incluso impulsar la autoconstrucción.
En la propuesta de Enrique Peña Nieto, tomo como referencia el sitio www.arenaelectoral.com, y leo muchas frases fáciles sobre el tema y sólo algunas que me dan esperanza sobre un cambio de rumbo en la política de vivienda: “Revisaremos radicalmente el modelo de promoción y gestión de construcción, financiamiento y asignación de vivienda, nueva y usada, así como para su ampliación, remodelación o mejoramiento, buscando garantizar su calidad y proximidad a los centros urbanos y servicios públicos para la familia del trabajador.”
En teoría permanecemos en nuestras viviendas al menos una tercera parte de nuestra vida y no podemos tener reflexiones más profundas respecto a la vivienda. Del gobierno que comenzará en diciembre esperaría, sí una revisión radical de las políticas de vivienda, pero una visión de que la vivienda y el desarrollo de las personas están completamente vinculados. Todo el sistema de reglas e incentivos tendría que ajustarse a un modelo de vivienda deseado.
1. ¿Queremos seguir siendo dueños de la vivienda? Políticas erróneas que se vivieron en distintas ciudades del país, como las rentas congeladas, encarecieron la vivienda en renta y generaron la preocupación por la propiedad de la vivienda. ¿Qué es mejor, vivienda rentada cerca del trabajo y las escuelas, o vivienda propia lejos de todo? Nos tenemos que plantear este dilema si queremos que “vivienda” y “calidad de vida” se lleven.
2. Incentivar la vivienda céntrica. Hay que revertir la tendencia a la fabricar vivienda al mayoreo en las afueras de la ciudad. Mejor conjuntos pequeños, con locales comerciales hacia la calle y dentro de la ciudad; rescatemos las colonias céntricas abandonadas, con nuevos habitantes. Todo el gasto público en vivienda tendría que enfocarse a hacer ciudad y no suburbios.
Buena parte de los más de 10 millones de créditos para vivienda se ocuparon en pequeños departamentos o casas que hoy están abandonados en las afueras de las grandes ciudades. De los más de 40 millones de supuestos beneficiarios de la política de vivienda hay varios millones que hoy cargan con los créditos, con la letra escarlata en los registros de crédito, o simplemente desperdiciaron su derecho a una hipoteca, por una vivienda que jamás habitarán.
Esto no debe volver a ocurrir.
@GoberRemes