Cuando fue descubierto en 1976, el pozo petrolero de Cantarell era uno de los más grandes del mundo, y rápidamente se convirtió en una máquina de dinero para Petróleos Mexicanos, el monopolio estatal mejor conocido como Pemex.

 

Gracias a esta bonanza, México se convirtió en una de las tres fuentes principales de crudo para Estados Unidos, y Pemex, en la mayor fuente de ingresos fiscales para el gobierno.

 

Cantarell parecía justificar la expulsión de las grandes petroleras inglesas y estadunidenses en 1938, así como la política que México adoptó desde entonces de prohibir la inversión extranjera en exploración y producción de petróleo, de acuerdo con un artículo publicado en la revista Bloomberg Businesweek. La prohibición a la inversión extranjera en Pemex está estipulada en la Constitución.

 

Actualmente la producción de Cantarell está disminuyendo. La producción total de Pemex bajó a 2.5 millones de barriles al día el año pasado, desde 3.4 millones en 2004, y en el último trimestre las exportaciones de petróleo a Estados Unidos alcanzaron un mínimo trimestral desde 1993.

 

Pemex calcula que tiene 27 mil millones de barriles de petróleo sin explotar en las aguas profundas del golfo de México, pero depende de su limitada experiencia y de la tecnología de terceros para explotar estos recursos. Hasta el momento no ha logrado encontrar crudo comercialmente viable luego de 20 intentos. El año pasado Pemex perdió siete mil 400 millones de dólares con ingresos por 126 mil millones de dólares, su quinta pérdida anual consecutiva.

 

El virtual presidente electo Enrique Peña Nieto ha declarado que reformar Pemex será su tarea principal. La alianza encabezada por su partido, el Revolucionario Institucional (PRI), quiere que empresas petroleras extranjeras inviertan en las actividades de exploración y desarrollo de Pemex.

 

“Sabe que sería un extraordinario avance, tan extraordinario como el TLCAN”, dijo el historiador Enrique Krauze refiriéndose al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que fue implementado en 1994 e hizo que las ventas de México a Estados Unidos se sextuplicaran.

 

La posibilidad de que Peña Nieto permita la inversión extranjera en los yacimientos petroleros de México ha atraído la atención de empresas como ExxonMobil. México necesita abrirse a “sociedades y colaboraciones y traer tecnología” para explotar sus recursos, dijo el 27 de junio el director de ExxonMobil, Rex Tillerson.

 

“El interés sería enorme desde un punto de vista internacional, similar al que atrajo Irak”, dijo Jeremy Martin, especialista en petróleo de Institute of the Americas en La Jolla, California.

 

Abrir el sector petrolero podría incrementar el Producto Interno Bruto en hasta 0.8% anual, de acuerdo con la firma de investigación Capital Economics. Junto con el descubrimiento de importantes yacimientos de gas de esquisto en el norte de México, explotar el petróleo de aguas profundas crearía una era de bajos costos energéticos para el país.

 

Invitar al capital extranjero a invertir en Pemex también podría transformar la psicología de los negocios en México. Para cambiar Pemex, Peña Nieto tendrá que enfrentarse a intereses arraigados, que van desde los sindicatos hasta funcionarios locales que se han beneficiado con la generosidad de Pemex. Si logra su cometido, podría combatir otros monopolios y duopolios en generación de electricidad, telecomunicaciones y televisión por cable que encarecen la vida para los mexicanos.

 

No será fácil para Peña Nieto lograr que la ambiciosa reforma de Pemex sea aprobada. La alianza encabezada por su partido tendrá 240 curules en la Cámara de Diputados, conformada por 500 miembros.

 

Esto significa que el PRI no cuenta con la mayoría de dos tercios requerida para reformar la Constitución y abrir el sector petrolero a la inversión privada. No obstante, Peña Nieto tiene un factor a favor: el Partido Acción Nacional, actualmente en el poder, podría respaldar sus planes de reformar Pemex. El senador del PAN Rubén Camarillo dijo el 3 de julio que su partido está a favor de abrir la industria energética y que apoyará las reformas que beneficien a México independientemente de quién las proponga.

 

La opinión popular también está empezando a cambiar a favor de reformar Pemex. El éxito de Brasil en transformar su industria petrolera y dominar el arte de la exploración en aguas profundas ha hecho que los mexicanos se preguntan por qué Pemex no podría hacer lo mismo.

 

Existe el temor del llamado efecto popote: que algunos depósitos de petróleo ubicados en las fronteras internacionales en el golfo de México sean explotados primero del lado de Estados Unidos, lo que haría que ya no quede crudo para cuando Pemex obtenga la tecnología y experiencia requerida para producir a esas profundidades.

 

Peña Nieto ha dicho que podría presentar las reformas constitucionales requeridas luego de que el Congreso empiece a sesionar el 1 de septiembre y antes de que asuma la Presidencia el 1 de diciembre.

 

Quizá ya empezó a trabajar en un consenso para reformar la Constitución dentro del PRI al consultar con el poderoso sindicato de trabajadores petroleros y otros grupos que tradicionalmente han apoyado al partido.

 

“Más inversiones significan más empleos”, dijo el líder sindical de Pemex y senador electo del PRI, Carlos Romero Deschamps, en una entrevista el 19 de junio.

 

El presidente electo también tendrá que convencer a algunos miembros de su partido”. “El apoyo de las fracciones del PRI es fundamental para aprobar la reforma”, dijo Jorge Chabat, profesor de ciencias políticas del Centro de Investigación y Docencia Económicas de la Ciudad de México. Algunos miembros de su partido aún podrían oponerse a la idea de abrir el sector a la inversión extranjera, pero al final se alinearán.