Brave, el doceavo largometraje de animación de la empresa Pixar, es definitivamente el más convencional que hasta el momento haya entregado el famoso estudio creador de cintas como Toy Story o Finding Nemo.

 

Decir esto de una cinta Pixar es grave, ya que si algo he hecho la empresa en más de 15 años de historia fílmica ha sido combatir la falsa idea de la animación como un subproducto relegado “para niños” donde lo importante es el mercahndising y no la cinta misma.

 

A diferencia de apuestas tan originales (y arriesgadas) como Finding Nemo (2003), Ratatouille (2007) o Wall-E (2008), Brave no sólo es una historia que ya habíamos visto antes, sino que -además- el tratamiento de la misma contiene demasiados elementos Disney: bosques encantados, historias de reyes y reinas, la idea de la magia como única vía para encontrar la verdad, así como el uso injustificado de canciones melosas y cursis. Brave es más una película de Disney y menos una película de Pixar.

 

Lo anterior no significa, empero, que la cinta sea mala, pero en definitiva resulta, al final, en una experiencia decepcionante.

 

La princesa de este cuento se llama Merida, una niña pre-adolescente de la antigua Escocia que, no obstante su status de realeza, resulta -por supuesto- una fierecilla rebelde. Mientras su siempre correcta madre, la Reina Ellinor, intenta instruirla en los modos y formas de una princesa de alcurnia, la impulsiva y despeinada (esa genial melena roja) Merida no sólo se niega a ser como su progenitora sino que, además, se muestra diestra para la batalla, cabalgando mejor que cualquier soldado y siendo toda una maestra en las artes del arco y la flecha.

 

Como dirían las abuelitas, Merida salió a su padre, el desparpajado y bonachón Rey Fergus, quien a diferencia de su esposa, no se toma las cosas tan en serio. Fergus antes que rey es un guerrero: prefiere el peligro y la adrenalina que otorgan una buena pelea a puñetazo limpio antes que el aburrido protocolo de la realeza.

 

Las cosas se complican cuando llega el momento de cumplir las tradiciones. Una de ellas dicta que los reinos vecinos deben de presentar a los primogénitos de la corte y hacerlos combatir por la mano de la princesa. Obviamente, lo último que quiere Merida en esta vida es casarse y para huir de aquella responsabilidad urde un plan que involucra magia y encantamientos que se salen de control.

 

Afortunadamente, en medio de todos estos ingredientes propios del Disney más puro, es posible aún detectar un poco de la “magia Pixar”, y esta se encuentra en el guión: la transformación de uno de los miembros de la familia real resulta en el único elemento de auténtico riesgo argumental en toda la cinta.

 

También es de reconocer que aún con todo, la cinta no engaña a nadie, no chantajea a su público, pero tampoco esconde su veta de cine de princesas donde la moraleja es inevitable; tan inevitable como lo es el final feliz.

 

Brave es una cinta que gustará a los niños y particularmente a las madres de familia. Sin embargo es también una cinta convencional y ordinaria; y si algo nos enseñó Pixar es que lo convencional y ordinario nunca serán suficiente.

 

 

Brave (Dir.  Mark Andrews and Brenda Chapman, 2012)

2 de 5 estrellas.

Guión: Andrews, Chapman, Steve Purcell and Irene Mecchi.

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