La Conferencia Internacional sobre VIH-Sida inicia con optimismo. La terapia antirretroviral desarrollada a mediados de los años 90 y su uso como preventivo aprobado recientemente, hacen suponer el “inicio del fin de la pandemia”; no obstante, José Antonio Izazola, director de Censida, plantea un “optimismo cauteloso”.

 

Con la llegada de los antirretrovirales se ha descuidado la prevención, afirma el directivo del Centro Nacional de Prevención contra el Sida (Censida), y quien asiste con la representación de México a la conferencia que inicia hoy en Washington.

 

El evento, que por primera vez en 22 años se realiza en Estados Unidos, un país cuyo gobierno prohibía hasta 2010 el ingreso de personas infectadas con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), reúne a unos 25 mil participantes de todo el mundo, entre científicos, activistas y responsables de la implementación de política públicas.

 

Previo al encuentro, la ONU reportó que gracias a las terapias antirretrovirales que prolongan el promedio de vida, las muertes por sida  y las nuevas infecciones de VIH se redujeron en el mundo; sin embargo, se alcanzó la cifra más alta de personas infectadas: 34.2 millones, muy por arriba de los ocho millones que había en 1990.

 

La cifra actual de personas contagiadas supera además a la de 30 millones de muertes que se estima ha causado la enfermedad desde su aparición, a principios de los años 80.

 

Diane Havlir, quien copresidirá la conferencia en el Centro de Convenciones de la capital estadunidense, declaró hace unos días que este es un momento crucial: “Estamos al comienzo del fin de la pandemia del sida”.

 

El creciente optimismo es resultado también de la reciente decisión de la Agencia de Alimentos y Drogas de Estados Unidos de autorizar el uso “profiláctico” del retroviral Truvada, empleado desde hace varios años en pacientes con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).

 

Esta autorización significa que se recomienda tomar el fármaco como preventivo, antes de que se tenga la infección, esencialmente entre dos grupos: hombres que tienen sexo con otros hombres y en parejas heterosexuales, cuando alguno de los miembros es portador del virus.

 

CON CONDÓN

 

José Antonio Izazola explicó que el nuevo uso aprobado para este fármaco (utilizado en México por entre 55 y 65% de los pacientes con la enfermedad, en combinación con otros medicamentos) significa una herramienta más de la prevención que no puede ni debe ser usado de forma exclusiva, “es necesario acompañarlo del uso del condón”.

 

La evidencia muestra que, en promedio, el uso diario del medicamento brinda 44% de protección con el VIH, en cambio, el uso consistente del condón asegura una protección de más de 99%, aseguró Izazola.

 

El antirretroviral “nos ayuda en la prevención combinada, pero no es una vacuna (…) yo no sé si usted se pondría una vacuna que proteja sólo 44%”.

 

Aunado a lo anterior, dijo, hay un problema ético, porque en un país como México donde no hay recursos suficientes para pagar el medicamento de todos, difícilmente se podrá subsanar el uso del antirretroviral como preventivo. “El condón -reiteró- es menos costoso que estar pagando retrovirales”.

 

Actualmente, en México el tratamiento es solamente para las personas que ya tienen VIH y habrá que ver si el sistema público puede financiarlo. “Si una persona cumpliera con los requisitos para tomar la pastilla y la tuviera que pagar de su bolsillo tendría que pagar como 100 mil pesos por año, además de todas las pruebas”.

 

Además, dijo, existen restricciones sobre este nuevo uso del fármaco. “Tiene que tener una indicación médica; si alguien lo toma, lo tiene que tomar todos los días, de lo contrario no sólo correría el riesgo de contraer la infección, sino también de desarrollar una resistencia al medicamento”.

 

Hace apenas unos días, el director del Departamento de VIH-Sida de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Gottfried Hirnschall, advertía que un estudio en 72 países detectó que 6.8% de los pacientes ha desarrollado resistencia a los medicamentos.

 

“Aunque va en aumento, la resistencia a los medicamentos no ha ocurrido a los niveles altos que algunos expertos vaticinaban como consecuencia de la rápida intensificación de la terapia antirretroviral”, añadió.