¿Quiénes son mis lectores y qué es lo que realmente les importa? Esa es la pregunta que tendría que atormentar cotidianamente el trabajo de cualquier editor, gerente o dueño de empresa periodística o de medios de comunicación.

 

Pero sería ingenuo pensar que siempre es así. Muchos factores ajenos al interés de los lectores interfieren y se anteponen a la búsqueda de estas respuestas cuando se trata de llenar una portada en blanco, de construir un periódico digital, o de planear los contenidos por igual de una revista que de un programa informativo para radio.

 

En muchas ocasiones -y no es exageración- el lector o (como ahora se estila llamarle) el “usuario de la información” está ausente de la planeación editorial de los medios, si acaso esta última aún existe como órgano vital de las redacciones que es.

 

Son los contenidos la razón de la labor de cualquier empresa periodística y de medios de comunicación. Los contenidos que responden al interés o curiosidad de los lectores pero que además buscan, deliberadamente, desafiar su inteligencia, su cultura y la construcción de su futuro colectivo.

 

Estos son los contenidos que influyen en las decisiones, que trascienden las coyunturas y que marcan pautas para lo por venir.

 

Poco se ha construido sobre este camino durante los últimos años en México. La mayor parte de los contenidos que recibe el lector o el usuario de la información a través de los medios es producto de “la cultura del microondas”: Es la declaración, el dato o el hecho efímero del día; sin pasado, sin futuro, sin argumentos a demostrar. Total, mañana será otra historia.

 

Las redacciones se han convertido en fábricas engrasadas para producir listas de mandados para ir al súper. Los reporteros salen todos los días a comprar productos de bajo costo para llenar las páginas de los diarios, mientras que las escuelas de periodismo ofrecen pomposos programas que pretenden llenarlo todo, sin producir nada. Reporteros cuya cultura general apenas alcanza para identificar las capitales de los países vecinos.

 

Ahora se ha repetido, una y otra vez, que el nombre del juego es “contenido”. Que las grandes empresas de telecomunicaciones, de nuevos periódicos y los consorcios de medios que se aprestan a participar en las nuevas licitaciones de frecuencias para radio y televisión, están buscando contenidos para llenar horas de programación, cientos de páginas en blanco, pantallas de computadoras, IPads y smartphones de millones de mexicanos.

 

Pero ¿con qué contenido? ¿De qué calidad de contenido estamos hablando? Si bien la pura competencia de un mercado con nuevos jugadores alentará la producción de contenidos de mayor calidad, ¿acaso será suficiente?

 

Es verdad que se requieren contenidos periodísticos profesionales para satisfacer la creciente demanda de lectores en mercados especializados y segmentados, con enfoques utilitarios, accesibles y prospectivos. Pero para eso hacen falta muchas más horas invertidas en la educación, en la cultura general, en el fomento y diseño de la planeación editorial, en el rediseño de la formación universitaria para el periodismo.

 

Sí, hacen falta contenidos de calidad en México…y quienes los produzcan.

 

AL CALCE.- Esta columna reanudará su publicación el próximo lunes 30 de julio.

 

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