En fechas recientes, la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal ha emprendido una campaña que, de primera impresión, parecería ir en el sentido correcto: alertar a los peatones de cómo conducirse en la vía pública para evitar un accidente. Sin embargo, la campaña tiene una orientación completamente equivocada: deja claro que la autoridad responsable de cuidar al peatón está convencida de que éste es el culpable de los accidentes que sufre ¡por distraído!

 

Al mismo tiempo del “decálogo del peatón responsable”, la SSP-DF promueve también el “decálogo del automovilista responsable”. Nuevamente, parecería que están preocupados por todos los actores de la vía pública y quieren que todos sean responsables … con la pequeña diferencia de que en la Ciudad de México las licencias de conducir se consiguen más fácil que las estampitas de un álbum de Panini. Es decir, un automovilista es responsable con sólo cumplir 10 puntos, a pesar de que trae una mole que pesa más de una tonelada; y un peatón es responsable sólo cuando camina temeroso por espacios que se supondría son de él (por ejemplo, el decálogo del peatón exige “detenerse y mirar a ambos lados en entradas de estacionamientos”, pese a que está en su derecho de vía).

 

A la SSP-DF se le olvida que el Reglamento de Tránsito que rige en el Distrito Federal establece preferencias en el uso de las vías, conforme a la vulnerabilidad del usuario: primero el peatón, luego el ciclista, luego usuarios y conductores del transporte público, después los automovilistas y al final el transporte de carga. ¿No quieres que te violen? No uses minifalda. ¿No quieres que te atropellen? No camines. Así suena esta campaña.

 

El decálogo, por ejemplo, demanda cruzar la calle por el paso peatonal ¿están bien pintados al menos el 10% de los cruces peatonales de la ciudad? ¿están libres de obstáculos? En México tenemos la costumbre de pintar rayas de peatones que conducen hacia una pared, construir rampas peatonales que terminan en una maceta e incluso presumir grandes inversiones en materia de movilidad sustentable, como la Línea 12 del Metro, para que al momento de repavimentar las avenidas que estuvieron en obra, en vez de incorporarles las ciclovías prometidas por la autoridad (de hecho juran que allí habrá una ciclovía), se restablezcan los agresivos diseños viales que fomentan la velocidad y la capacidad para mover autos, por encima de la seguridad peatonal.

 

No podemos negar que Marcelo Ebrard ganó el discurso de la movilidad sustentable con una gran obra del Metro, con cuatro líneas de Metrobús, con la ecobici y con otras acciones, pero al final de cuentas su discurso tiene contradicciones: autopistas urbanas, por un lado; y una evidente visión de priorizar el paso del automóvil, manteniendo las políticas de tránsito dirigidas por policías y desvinculadas de las políticas de movilidad, lo que se ve reflejado en el resumen del decálogo: “Cuido mi vida, soy peatón responsable”.

 

Frente al resto del país, el Gobierno del Distrito Federal es el más avanzado en materia de movilidad, y es por eso que preocupa el discurso contradictorio de no esforzarse por bajar velocidades, señalizar las vialidades en pro del peatón o la bicicleta, retirar y sancionar vehículos estacionados en la banqueta, mantener diseños viales incongruentes con la protección al más vulnerable. Más hace falta una campaña permanente para limitar las velocidades en las avenidas y calles donde más ocurren accidentes que afectan a esos peatones que las autoridades suponen distraídos y descuidados.

 

Ya podríamos sustituir a todos los peatones mexicanos por clones de los autores del decálogo y la cifra de atropellados no se reducirá; en cambio, si logramos cambiar la forma en que se comportan los automovilistas mexicanos, mediante una verdadera preocupación de la autoridad para ello, y esto aplica a todas las ciudades del país, entonces sí veremos cómo disminuyen los accidentes.

 

@GoberRemes