Con su última cinta, el afamado director danés Lars von Trier le da imagen, color y movimiento a la paranoia sobre el fin del mundo. Todo se resume en la secuencia inicial, ocho minutos de hermosas viñetas filmadas en cámara lenta, en alta resolución y con Wagner como música de fondo. Con tan sólo ocho minutos a Lars von Trier le basta y sobra para devastarnos, deprimirnos, asombrarnos… esto es Melancolía.

 

Dividida en dos partes, la cinta inicia con la boda de Justine (Kirsten Dunst) la depresiva, lúgubre, complicada (habrá quien diga que está enferma) hermana de Claire (Charlotte Gainsbourg), quien en contraste resulta equilibrada, mandona y en apariencia imperturbable, es decir, la cara opuesta a Justine.

 

El que debiera ser uno de los días más hermosos en la vida de Justine (tal y como lo dicta el canon social), se torna en un fastidio total; y es que la mujer no soporta el protocolo, el exceso de gente, los discursos, ni tampoco aguanta la sonrisa que debe sostener en su rostro cuando en realidad su alma está harta de tanto convencionalismo, al grado de mandar todo al carajo, encerrarse en sus habitaciones, mal follar a su ahora marido para al final explotar, huir y acostarse (ahí, en el pastito) con el primer invitado que encuentra en los patios donde se lleva a cabo la suntuosa fiesta. Todo lo anterior ante la obvia mirada condenatoria de su hermana, sus invitados y sus padres.

 

Siguiendo su juego de espejos, Von Trier gira la moneda y para la segunda parte de la cinta nos plantea el escenario del apocalipsis: un planeta, llamado Melancolía está en ruta directa hacia la tierra. El centrado esposo de Claire, John (Kiefer Sutherland), es un hombre de ciencia quien se muestra confiado: los científicos afirman que Melancolía apenas rozará la atmósfera terrestre pero eventualmente se alejará dejando a nuestro planeta intacto. A lo más, según John, lo que viene es un espectáculo astronómico digno de presenciarse y no una tragedia bíblica.

 

Pero ni el optimismo de su marido ni las teorías de los científicos tienen tranquila a Claire, quien poco a poco abandona su usual templanza para dejarse dominar por la angustia ante la probabilidad de que estemos viviendo nuestros últimos días sobre la faz del planeta. En cambio, ante esta crisis de implicaciones bíblicas, Justine se muestra calmada, convertida en moderna Casandra que siempre estuvo lista para este final, tan vasto como hermoso y poético.

 

Von Trier retoma los miedos paranoides de esta década y los hace película. Resulta claro que no le interesa al director hacer profundas reflexiones sobre la naturaleza humana: esto no es más que un pretexto para mostrar y construir un imaginario estético sobre el fin del mundo (los fantásticos ocho minutos iniciales de la película) y jugar con su personaje principal, la siempre deprimida Justine, que aunque por momentos se transforma en caricatura emo (en el colmo de la depresión, la bella chica no toma baños de sol, al contrario, toma baños de luna en completa desnudez) resulta tan admirable y desquiciante en su pesimismo a ultranza.

 

Y es que Von Trier tiene razón, al final de los días las personas más aptas para recibir el fin del mundo seremos, siempre, los tristes, los deprimidos… los melancólicos. Que venga la obscuridad, que nos consuma lentamente el fuego.

 

 

Melancholia (Dir. Lars von Trier, 2011)

3 de 5 estrellas.

Dirección y guión: Lars von Trier.

Con: Kirsten Dunst, Charlotte Gainsbourg, Kiefer Sutherland, entre otros.