El desánimo se contagia y el segundo semestre ha comenzado con un clima cargado de una fuerte dosis de incertidumbre que ha minado el ánimo entre los especialistas que pronostican el futuro de la economía.

 

Razones no les faltan, comenzando porque algunas señales e indicadores económicos recientes en Estados Unidos muestran una evolución desfavorable, a lo que se suman previsiones de una recesión más duradera en algunas economías europeas, a lo que se agregan brotes inflacionarios por los efectos climáticos adversos que están impactando los precios agrícolas internacionales. Si a lo anterior añadimos una dosis nada despreciable de incertidumbre local por el clima político postelectoral, junto a la reiteración de ráfagas de violencia desde las organizaciones criminales en un franco desafío y envío de advertencias a los gobernantes locales, entonces lo que tenemos es un coctel de factores negativos suficiente como para tirar por la borda cualquier asomo de ánimo en las previsiones económicas.

 

Los resultados de la más reciente encuesta mensual que realiza el Banco de México caminan en ese sentido a pesar del rally de optimismo sobre el crecimiento de la economía que vimos hasta hace un par de meses. El índice de confianza del sector privado a julio se estancó en 116 puntos, por debajo de los 128 puntos de marzo y abril pasados, y aunque hay un reconocimiento de que la economía está mejor que a finales del año pasado, ha crecido el pesimismo sobre su evolución futura. De hecho la tasa de crecimiento esperada se estancó en 3.7% para el año -mientras que las previsiones públicas del presidente Calderón apuntan a 4% o más- y la inflación esperada creció notablemente en los últimos dos meses, de 3.65% a 3.91%.

 

Claro que con estas expectativas no estamos frente a un escenario pesimista y mucho menos catastrófico sobre la evolución de la economía mexicana en el corto plazo, pero las respuestas de los analistas hacen ver un ambiente menos optimista y mucho más cauteloso, acorde con las inciertas circunstancias de la economía global.

 

¿Por qué importa tanto cómo piensan el conjunto de estos expertos y grupos de análisis de bancos y empresas? Quizá porque es una de las pocas señales cercanas que tenemos sobre la orientación que tendrán las decisiones de inversión en el país en el corto plazo. Y esas decisiones de inversión productivas sí que nos afectan a todos a través del empleo, de los salarios y de los ingresos tributarios.

 

Exceptuando las importantes inversiones que están en marcha en el sector automotriz, en general las inversiones que se registran en el país no están a la altura del potencial de la economía y, comparativamente, tampoco de nuestros principales competidores por los capitales. Las expectativas que tienen los expertos encuestados por Banxico para la inversión extranjera directa en 2012 son modestas y no alcanzan siquiera los 20 mil millones de dólares. Para 2013 -ya con un cambio de gobierno- el monto esperado es ligeramente superior en 10%, lo que hace suponer que los especialistas aún no están convencidos de la capacidad política del nuevo gobierno -que encabezaría Enrique Peña Nieto- para lanzar reformas estructurales de gran calado que se traduzcan en un imán para los capitales externos.

 

Las dudas se han multiplicado y prevalece la cautela.

 

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