Desde el primer momento en que Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Monreal presentaron “las pruebas” de que la tienda Soriana habría vendido al PRI tarjetas para cometer el supuesto fraude electoral, fue evidente que se trató de un grosero montaje.
Y no bastaba más que reportear para comprobar que las supuestas compras de pánico en una tienda, en realidad fue un armado que, por una de esas casualidades engañabobos, reunió a una reportera y a un fotógrafo del diario propagandístico de AMLO, con los supuestos compradores, que en realidad sólo vaciaron los anaqueles, pero no compraron nada.
Cuando preguntamos a los responsables de la tienda, cuando vimos un video y cuando comprobamos que aún estaban los carritos de súper con las mercancías -que por supuesto nunca fueron pagadas-, nos quedó claro que el asunto Soriana no era más que un montaje mediático, con fines político electorales.
Sin embargo, en los primeros días de la llamada crisis postelectoral, creímos que el montaje mediático contra Soriana no iría más allá de una imagen para tratar de justificar la denuncia del supuesto fraude electoral, por parte de “los progresistas” que acompañan a Andrés Manuel López Obrador.
Lo cierto es que a la distancia y frente al incremento exponencial de la recurrencia de los ataques a las tiendas Soriana -y sobre todo ante el escalamiento en el nivel de violencia-, todo apunta a que la estrategia y la perversidad de “los progresistas” y su claque van en dirección a objetivos mayores y que atentan –incluso-, contra la seguridad nacional. ¿De qué estamos hablando?
DESESTABILIZA, QUE ALGO QUEDA
La respuesta es elemental.
Si según los directivos de Soriana, en 30 días se han producido un promedio de 180 ataques contra alguna de las 560 tiendas en todo el país, entonces el nivel de agresiones es de seis ataques por día. ¿Y qué significa esa frecuencia de agresiones contra una empresa mercantil, que atiende diariamente a millones de clientes, que tiene presencia en todo el país, y que genera 85 mil empleos?
Otra vez elemental.
Significa que asistimos a una estratagema de violencia planeada, preparada y llevada a cabo con evidentes fines de desestabilización. Y es que si lo que pretendieran los señores López Obrador, Ricardo Monreal y Jesús Zambrano -y todos los llamados “progresitas”-, fuera demostrar que Soriana se prestó al horrible fraude, bastaba con que presentaran pruebas reales, ciertas y contundentes.
Y es que ni los mítines, ni los plantones y menos las agresiones o las bombas molotov son prueba de compra de votos, complicidad para comprar votos o ilegalidades electorales. Y menos son pruebas aceptadas por el IFE y por el Tribunal Electoral como evidencia de violaciones electorales.
¿De verdad creen los señores “progresistas” que con atacar seis tiendas diarias en promedio -y en por lo menos una agresión con bombas molotov y en otros casos de robos-, los consejeros del IFE y los magistrados del Tribunal Electoral van a modificar su resolución?
Queda claro que los señores “progresistas” saben que la violencia lanzada contra Soriana de nada servirá al resultado electoral. ¿Y entonces que pretenden “los progresistas” con la cadena de ataques contra Soriana?
La estratagema es evidente, por grosera y burda.
Resulta que la “protesta” contra las tiendas Soriana ya es presentada como “una respuesta de la gente” al fraude; como “el enojo de la gente” contra el fraude y -lo más importante-, como la chispa que desatará el fuego social “contra la imposición de Peña Nieto”.
En otras palabras, que son muchas las evidencias de que la protesta y la violencia desatadas contra las tiendas Soriana, habrían salido desde “El Castillo de la Pureza” -como motejan la casa de campaña de AMLO-localizada en San Luis Potosí 64, con la intención de crear un clima de desestabilización en distintas regiones del país.
Y claro, parte fundamental de esa estratagema será la exhibición del enojo, la desesperación y la violencia de los violentos que han sido lanzados contra Soriana. Y, por supuesto, los señores López Obrador y Jesús Zambrano ya dijeron que ellos nada tienen que ver, que “es la gente” y -en el extremo de la chabacanería-, recomiendan a los dueños de Soriana “que se serenen”.
Lo curioso del asunto es que los jefes de los “progresistas” le piden a los directivos de Soriana “serenarse”, pero ni AMLO ni Zambrano piden a sus leales, a los violentos lanzados contra Soriana, que depongan sus actos violentos. Por lo pronto, la madrugada de ayer jueves fue detenido un presunto asaltante que -junto con un puñado de desconocidos-, rompió las paredes de una tienda, para meterse por la noche. ¿Qué pretendían?”.
¿DÓNDE ESTÁ LA AUTORIDAD?
Pero aún más sorprendente resulta que a pesar de que los directivos de Soriana han denunciado de manera recurrente los ataques, agresiones y verdaderos actos terroristas, como lanzar bombas molotov y meterse de noche a la tienda, tirando paredes, las autoridades municipales, estatales y del DF no aparecen por ningún lado.
Lo cierto es que la indolencia de la autoridad ante el vandalismo y el porrismo, que caracteriza a los movimientos de AMLO y afines a su causa, han sido la norma en gobiernos como el del Distrito Federal, que ha permitido que pillos como los del SME cometan todo tipo de destrozos, sin que nadie intervenga.
¿Por qué ninguna autoridad municipal, estatal o federal ha intervenido en el asunto, a pesar de que existen las denuncias respectivas?
La respuesta la conocen todos y -a querer o no-, resulta escalofriante. Ninguna autoridad quiere meterse con los progresistas, sea por miedo o por precaución. Y es que todos saben que la desestabilización de AMLO tiene como objetivos crear víctimas que, a su vez, se conviertan en estandarte de su política terrorista.
Por eso la pregunta: ¿Hasta cuándo?
¿Cara o cruz?
¿SE ACUERDAN?
El 28 de julio de 2006, el IFE publicó un dictamen que certificaba la limpieza, legalidad y buena organización de la elección del 2 de julio. Según el informe, “insinuar la organización de un operativo de fraude electoral implica desconocer lo que se vivió el día de la jornada”. A pesar de las palabras del IFE, los partidos derrotados -PRD, PT, Convergencia, PRI y PVEM-, insistieron con que el resultado electoral carecía de confianza y seriedad.
Por lo anterior, la cúpula de los partidos de izquierda continuó los preparativos de la mega marcha del 30 de julio. En diferentes partes de la Ciudad de México se improvisaron centros de acopio para recibir los donativos que alimentarían y abrigarían a los manifestantes.
El domingo 30 de julio de 2006 la megamarcha paralizó el centro de la Ciudad de México. La policía local reportó más de dos millones de personas; la federal no contó a más de 180 mil. Como sea, la manifestación se convirtió en 31 campamentos en el Zócalo y en el bloqueo del Paseo de la Reforma, desde el Periférico hasta Insurgentes.
Al día de hoy, ninguna autoridad -del orden o nivel que se quiera- ha procedido a causa de los destrozos, las violaciones a la ley -como el robo de energía eléctrica- y la millonaria sangría económica que padecieron centenas de empresarios.
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