Después de cinco meses de infructuosos esfuerzos para tratar de detener la violencia en Siria, Kofi Annan, decidió renunciar este jueves como mediador para la paz enviado por la ONU y la Liga Árabe. La decisión, que se hará efectiva a partir del 31 de agosto, ha restado credibilidad a la máxima organización internacional de ayuda humanitaria en la resolución de conflictos bélicos.
El ex secretario general de la ONU dijo que no podía continuar con su misión sin el apoyo de un Consejo de Seguridad que seguía dividido, con los vetos constantes de los miembros permanentes, China y Rusia, a las resoluciones de condena a la violencia del régimen del presidente sirio Bachar al Asad.
Se suma el más reciente veto realizado el viernes por parte de Rusia y China, además de naciones como Irán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, a la resolución de la Asamblea General de la ONU que condena las graves violaciones de los derechos humanos y el uso de armamento pesado por parte del régimen Bachar al Asad, así como la critica a la parálisis que vive el Consejo de Seguridad.
“Aunque el pueblo sirio está en la necesidad desesperada de ayuda, continúan las disputas dentro del Consejo de Seguridad”, dijo Kofi Annan. “Es imposible para mí o para cualquier persona obligar al gobierno sirio y a la oposición a tomar las medidas necesarias para la creación de una transición política”, señaló al presentar oficialmente su dimisión a Ban Ki moon, actual secretario de Naciones Unidas.
El experimentado Kofi Annan, que fue Premio Nobel de la Paz en 2001, ha visto cómo sus dotes diplomáticas y su plan de paz de seis puntos, que pretendía el inmediato cese al fuego, no ha sido cumplido ni por el gobierno ni por la oposición, lo que ha impedido el freno de la crisis en Siria que ya ha cobrado la vida de más de 17 mil personas desde enero de 2011 cuando inició el conflicto.
Pero esta no es la única encrucijada en la que se ha encontrado Annan dentro de la ONU, la cual dirigió durante dos mandatos (1997-2006) también se encuentran entre otros de sus sonados fracasos el genocidio en Rwanda en 1994 o la matanza de Srebrenica, en la ex Yugoslavia, en 1995; la guerra civil en Angola en la década de los 90 y Somalia en 1993, así como el no poder evitar que, en 2003, Estados Unidos lanzara una ofensiva militar contra Irak, la cual criticó ante la falta de legalidad de una guerra sin la aprobación del Consejo de Seguridad.
El papel de Naciones Unidas durante la serie de conflictos armados que han asolado al mundo durante la segunda mitad del siglo XX y lo que se lleva del XXI, ha sido el de contribuir en materia de programas de ayuda humanitaria, acogida de refugiados, y, en general, a hacer de árbitro, neutral y fiable, en disputas tanto entre agentes locales como a nivel global.
Los fracasos, en su gran mayoría, se han dado por la misma estructura de la organización, en la que la capacidad de veto de los “5 grandes” del Consejo de Seguridad¬ –Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China–, determina el camino que se tomará en la resolución de los conflictos bélicos internacionales. El simple veto a alguna de las resoluciones de Naciones Unidas por parte de alguno de los cinco miembros deja paralizado el accionar de la ONU, quedando supeditada a los intereses políticos y económicos de alguno de los cinco miembros.
Las misiones de Mantenimiento de la Paz de la ONU, que siguen en pie hoy en día, nacieron durante la Guerra Fría. Estas operaciones se iniciaban para mantener una tregua entre facciones o estados rivales. Eran ordenadas por el Consejo de Seguridad (lo cual implica el acuerdo de los 5 miembros con derecho a veto). Al principio fueron una herramienta útil de la comunidad internacional para evitar que estos conflictos secundarios siguiesen aumentando hasta implicar a las dos superpotencias de ese entonces, EU y la Unión Soviética.
Lo que se pretendía al enviar estas misiones no era parar la violencia por completo, sino minimizar las luchas hasta que ambas partes decidían firmar la paz, lo cual terminaba ocurriendo, por norma general. Los Cascos Azules eran la representación física de la oposición de los 5 grandes al conflicto, y, excepto en contados casos, ninguna de esas facciones estaban dispuestas a llevarles la contraria y ganarse su enemistad. Por lo tanto, “hacer presencia” era más que suficiente. Vehículos y armamento ligeros eran suficientes para llevar a cabo las tareas humanitarias, y una total imparcialidad era requerida para garantizar la credibilidad y el éxito de la misión.
Sin embargo, con el fin de la Guerra Fría, y la nueva configuración internacional, las misiones de mantenimiento de la paz también cambiaron. Las misiones se enviaban ahora para obligar a cumplir tratados de paz. A la vez, se empezaron a enviar misiones a zonas sin el consentimiento de todas las partes, ni la aceptación de los tratados de paz que la misión debía imponer.
Entre las principales tareas estaban desarmar a las milicias, reconstruir la economía del país, y ayudar a establecer un gobierno democrático. Sin embargo, el primer punto, el desarme, ha sido generalmente la parte más complicada de la misión pues muchas de las veces ha sido tomada como una declaración de guerra directa, lo que ha generado problemáticas como en Somalia donde, en 1992, al no resultar el desarme de las distintas facciones en guerra ¬–ya que éstas no reconocían la autoridad ni las condiciones del alto el fuego de la ONU¬–, se llegó a la Batalla de Mogadiscio, el 3 de octubre de 1993, en la que intervino EU.
El peacekeeping tradicional no había dado resultado y se había recurrido al peaceenforcing lo que había generado el fracaso de la misión al usarse de forma más agresiva: la imposición de la paz.
¿Cómo resolver una situación de guerra? ¿Es posible utilizar una línea dura de imposición de la paz y posteriormente volver al estado inicial de pacíficas tareas humanitarias hasta que las partes en conflicto se decidan a resolver sus problemas pacíficamente?
Este ha sido un debate constante que ha generado que la ONU dude entre utilizar la fuerza para conseguir la paz o para resolver un conflicto o el esperar tanto hasta que los grupos en conflicto paren la guerra o se aniquilen del todo, como sucedió en la guerra de Los Balcanes y específicamente en Srebrenica.
Recientemente Ban Ki-moon, el secretario general de la ONU, asistió al Centro memorial de Potocari, donde reposan los restos de las víctimas del genocidio de julio de 1995, y señaló que la ONU debe aún aprender de sus fracasos.
“Debemos aprender la lección de Srebrenica para impedir nuevas matanzas en el mundo”, dijo Ban.
La ONU, en su incapacidad para impedir los asesinatos masivos en pasadas guerras civiles en el mundo, se enfrenta en estos momentos a una seria disyuntiva con el quiebre en la misión de paz en Siria, liderada por Kofi Annan.
Hasta este momento no se sabe quién sustituirá al representante de la misión de paz de la ONU, sin embargo ha quedado claro que la división en Naciones Unidas ha dejado inviable frenar el conflicto si continúa el rechazo de Moscú y Pekín. Como señaló con tristeza el presidente de turno del Consejo de Seguridad, el embajador francés Gérard Araud, “la incapacidad de actuar” de la ONU. “Está muy claro que el Consejo de Seguridad está bloqueado. Rusia y China han vetado ya tres textos, así que no veo cómo podemos avanzar”.
Ahora lo que se presenta como grave amenaza es la posibilidad del uso de armas químicas o biológicas por parte del régimen de Al Asad, ante la irremediable caída de su gobierno del cual ya han dimitido, según la cadena de noticias Al Jazeera, alrededor de 38 miembros de rango superior dentro de su gabinete, entre parlamentarios, diplomáticos y oficiales.