Una parte de tuiter, quizá la más grande, lleva tiempo secuestrada, y las exigencias de los secuestradores para liberarla son cada vez más estridentes, hasta el punto de ser imposibles de cumplir. Claramente, lo que pretenden es mantenerlo en cautiverio, impedirnos tuitear por el placer de tuitear.

 

Los secuestradores son viejos conocidos de todos. Son los mismos que conocen la fórmula de sobra y la han perfeccionado a través de los años, ensayándola con invasiones ilegales de predios e inmuebles, tomas violentas de instalaciones y calles, presión masiva e intimidatoria ante la complacencia de la sociedad, que prefiere cerrar los ojos para evitar la confrontación.

 

Hasta el momento, ni la sociedad, ni los tuiteros de a pie, han querido poner un alto. Pero el precio que están cobrando se vuelve cada vez más oneroso, y la liga ya no se puede estirar más.

 

En el mundo real (del cibernético hablaremos más adelante), la gota que derramó el vaso fueron las bombas molotov y las intimidaciones a clientes de Soriana. Las organizaciones empresariales ya se hastiaron de tolerar ser botín político, y alzaron la voz de manera conjunta y enérgica. Las “izquierdas”, así llamadas por costumbre, y no porque representen una corriente de pensamiento democráticamente aceptable, y a su vez rehenes de los radicales lopezobradoristas, balbucearon distancia, pero nunca condena. Y es que hasta el gobierno de Marcelo Ebrard está salpicado de la venganza política del tabasqueño. ¿O cómo leer las clausuras (momentáneas por ilegales) de las Sorianas de Iztapalapa por “faltas administrativas”?

 

En el terreno cibernético, los tuiteros les llaman “pejezombies” o “jihad pejista”, este último termino, acuñado por Fernando Baláunzarán, diputado federal electo por el PRD y una de las muchas víctimas de estos cavernícolas verbales. Intentan, con cierto éxito, reflejar en tuiter una realidad que no existe. El equivalente tuitero del “yo tengo otros datos” de Andrés Manuel López Obrador. Los unos y el otro acaban pegándose frentazos ante los hechos.

 

Los “pejezombies” ahoran andan furiosos porque el relativo éxito que ha tenido la participación olímpica mexicana en Londres, le ha quitado atención a lo único que, según ellos, debería importar en el  país, que es la nulidad de las recientes elecciones. Ahora resulta que, en su torcido fanatismo pejista, es pecado que a uno le dé gusto que México gane medallas. “¿Por qué no somos como Cuba, que sí gana muchas medallas?”, es uno de sus argumentos predilectos, que firmaría feliz Yeidkol o Citlalli, o cómo se llame. No, gracias. Preferible menos medallas y más libertad. Pero eso no quita que las que se cuelgan los atletas mexicanos nos den orgullo y buen de sabor de boca a casi todos. Sólo a los “pejezombies” no, porque a ellos, todo les sabe amargo.

 

La impresión en la que ahora trabajan en tuiter es que si no se anula la elección, el país se viene abajo. Tan falso como declaración de testigo protegido. Si no fuera porque significaría ceder al chantaje, casi convendría repetir la elección. Después de todo el sainete post-electoral II, el margen del triunfo de Peña Nieto sería aún mayor. Aunque, claro, Andrés Manuel y sus escuderos reales y tuiteros, encontrarán la forma de impugnar. Ooooooooootra vez.

 

Y así.

 

@jorgeberry