Al ver Another Year (torpemente titulada al español como Toda una vida) el director inglés Mike Leigh provoca que su público inevitablemente se pregunte (parafraseando un clásico de Lennon y McCartney): ¿De dónde sale tanta gente solitaria?
Y es que en esta cinta, que en apariencia no es más que otro melodrama de la clase trabajadora (la especialidad del director), encierra dentro de si un perverso y hasta cruel juego, donde el director confronta la sólida felicidad de una pareja madura con la amargura de la gente que los rodea. Leigh, quien ya antes había diseccionado a los optimistas a ultranza en Happy Go Lucky (2008), regresa al tema de la felicidad para usarlo esta vez como un arma caliente y con ella hacer aún más visible, dolorosa y desesperante la soledad de aquellos que no tienen la dicha (¿o la inteligencia?) suficiente para hacer de sus vidas algo disfrutable.
La cinta nos presenta a Tom y Gerri, una apacible, admirable y envidiable pareja madura londinense que parece tenerlo todo: un matrimonio estable, una enorme y bella casa propia, trabajo bien remunerado, un hijo (ya mayor e independiente) y cero preocupaciones. En su tiempo libre (que al parecer es mucho), ambos trabajan en un pequeño huerto de su propiedad donde cosechan verduras y además se dan oportunidad para tener comidas y recibir a sus amigos.
A diferencia de ellos, sus amigos resultan en una triste y dolorosa galería de seres solitarios, deprimidos, bebedores empedernidos al cual no hay ni a quién irle. Desperation is the English way, decía un clásico y Leigh se lo toma muy en serio. Así, tenemos a Ken, amigo de Tom, bebedor y comedor compulsivo que “de joven era muy atractivo” pero que ahora trae tremenda timba que no lo deja ni respirar. También tenemos al hermano de Tom, Roonie, deprimido hasta al suelo por la reciente muerte de su esposa, al grado de prácticamente no hablar y responder con monosílabos.
Por último, como la gran cereza del pastel, está Mary (impresionante actuación de Lesley Manville) compañera de trabajo de Gerri quien ha sido abandonada (suponemos en la medianía de los cuarenta años) por su último marido y que resulta en un personaje tan triste como desesperante: parlanchina, bebedora, fumadora, que no puede sino arrastrar un patetismo por demás vergonzoso en sus intentos de ligarse a quien se deje, al grado de tener lances incluso con el hijo de Tom y Gerri.
En el centro de toda esa vorágine, la madura pareja se erige como un núcleo de paz. Sabe dios de dónde sacan la paciencia para escuchar, aconsejar y ayudar a toda esa pléyade de seres desesperados, tristes y solitarios. Pero que no se malinterprete, Leigh escribe y describe a sus protagonistas como una pareja respetada y respetable, que nunca pierde las formas: jamás harán un comentario hiriente o emitirán juicio alguno. Es Leigh el que, en su juego de contrastes, hace brutales los encuentros entre estos amigos y la feliz pareja, al grado incluso de sentarlos en la misma mesa, sólo para hacer aún más evidente el abismo que los separa.
La felicidad, pareciera decirnos Leigh, no es una condición que se adquiera por contagio.
Toda una vida (Another Year) Dir. Mike Leigh, 2010.
4 de 5 estrellas.
Dirección y Guión: Mike Leigh
Con: Jim Broadbent, Ruth Sheen, Lesley Manville, entre otros.
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