Sin duda que alguien miente en el escándalo que protagonizan el gobierno federal y la empresa Multivisión (MVS); poderes público y privado que disputan la moderna versión de una mina de oro, la concesión de una poderosa banda radioeléctrica.

 

Tampoco hay duda que, al final de cuentas, los mortales de a pie -los ciudadanos-, nunca sabremos la verdadera historia de los dimes y diretes en que se han enfrascado el gobierno de Calderón y la familia Vargas. ¿Por qué?

 

Primero, porque uno que otro empresario -de grupos mediáticos-, como algunos políticos y gobernantes, gustan de faltar a la verdad.

 

Segundo, porque la moderna cultura “sospechosista” reclama pruebas contundentes para avalar los dichos de un gobernante o de un empresario; pruebas como un audio y/o un video que, si existieran, ya habrían saltado a las redes sociales, versión moderna de las fieras lanzadas a la arena del circo romano.

 

Y tercero, porque todos saben que las peleas entre el poder público y el poder empresarial son iguales a las peleas entre matrimonios. Es decir, que en pelea de dos, siempre hay tres verdades; la verdad de MVS, la verdad de Calderón y -lo más importante-, la verdad verdadera.

 

LAS TORPEZAS

 

Pero la historia, como suele ocurrir, se encargará de poner a cada quien en su lugar. Y claro, si esa historia es benévola, nos regalará una probadita del origen de las mentiras y la identidad de los mentirosos. Pero lo de menos es quién miente. Lo importante, en todo caso, es por qué mienten.

 

¿Qué pasó, que hizo posible que una poderosa empresa mediática como MVS -cuyo socio es al hombre más acaudalado del mundo-, llega al nivel de choque frontal con un gobierno que, nos guste o no, ha tenido los mayores estándares de libertad de expresión?

 

Es evidente, por la cara pública que todos conocemos de MVS, que la familia Vargas -concesionaria de la banda en disputa-, tiene muy buenos asesores empresariales; acaso buenos consejeros económicos pero… ¡sin duda tienen a los peores monitores políticos! ¿Por qué? Elemental.

 

Porque si la materia prima del negocio de MVS son las concesiones del espectro radioeléctrico -voz, imagen y datos-, sólo a un chiflado se le ocurre entrar en colisión con el jefe de las instituciones del Estado que, al final de cuentas, es el que refrenda y/ o recupera para el Estado las concesiones.

 

Y no, que nadie se equivoque. Cuando decimos que resulta suicida para un concesionario del espectro radioeléctrico entrar en colisión con el responsable del refrendo de las concesiones, no estamos diciendo que los empresarios de los medios deban plegarse y/o someterse al capricho, la censura o la mano dura de tal o cual gobierno.

 

No, en realidad el suicidio empresarial y político de un medio -como ocurre con MVS-, se produce cuando la empresa mediática olvida que lo suyo es la comunicación, el entretenimiento y la información -incluido, por supuesto, el género de opinión-, y cuando en lugar de lo anterior utiliza el medio, la señal, como instrumento político electoral, al servicio de tal o cual grupo político. Y esa fue la torpeza de MVS.

 

         ¿MEDIO, O PARTIDO?

 

Y tampoco estamos hablando de que MVS no debió contratar o, en sentido contrario, debió despedir a su conductora emblema, la señora Carmen Aristegui. No, la verdad es que las empresas mediáticas tienen todo el derecho de contratar y/o despedir a quien les plazca; siempre que el contrato y el despido se hagan conforme a Derecho.

 

Por eso, si los “genios” que en MVS decidieron por la contratación de Aristegui y por convertirla en ariete mediático contra el gobierno de Calderón y -al mismo tiempo-, como soldadera de un candidato presidencial, lo cierto es que deben asumir los riesgos de esa apuesta.

 

Y es que a pesar del montón de tonterías que pregonan en las marchas y bloqueos los “ternuritas” del #YoSoy132 -y de la ignorancia absoluta del tema de una buena parte de las audiencias en radio televisión-, lo cierto es que la libertad de expresión tiene límites que, claro, pueden consultar en la Constitución.

 

 

Así, cuando la señora Aristegui difama al Presidente -como lo hizo cuando dio por buena una versión de su presunto alcoholismo-, los límites debieron surgir de MVS. Y no fue así, precisamente porque para el grupo empresarial de los Vargas, ése era el papel de su conductora, “ablandar” al “gobierno espurio”.

 

Ocurrió algo similar con la proclividad de la señora Aristegui a favor de la campaña presidencial de López Obrador, inclinación que colocó a MVS como grupo mediático vocero de la campaña del candidato de las izquierdas. Y la familia Vargas podrá decir lo que quiera; misa si lo desea, pero al hacer política partidista desde un medio -al colocarse del lado de un partido y/o candidato-, se colocan en la frontera de los enemigos políticos del otro; en este caso de los ganadores de la contienda.

 

En MVS creyeron -de manera ingenua o torpe-, que AMLO ganaría la elección presidencial; creyeron que si la “soldadura de AMLO” reinaba  en MVS, resultarían gananciosos. Falló la apuesta y -en una carambola de fantasía, clásica en la política-, chocaron con el gobierno de Calderón y chocarán con el de Peña Nieto. Escucharon la voz equivocada que -al mismo tiempo-, habló en el oído equivocado. Y es que la política es de los políticos, no de los medios. ¿Cara o cruz?

 

¿SE ACUERDAN?

 

El 15 de agosto de 2006 concluyó el recuento que ordenó el IFE en un total de 11 mil 800 casillas. Como muchos esperaban -pero algunos otros se rehusaban creer-, las variaciones en los porcentajes de votación fueron menores. Felipe Calderón había ganado la elección presidencial.

 

Sin embargo, hay quienes parecen negados a la razón y, sobre todo, a ver la realidad. Y es que a pesar de que el recuento confirmó el resultado inicial -incluso le dio más votos a Calderón-, los partidos de izquierda continuaron con el sambenito del fraude. Y es que entonces, como hoy, poco importó el ridículo.

 

El dirigente del PRD, Leonel Cota Montaño -el Ricardo Monreal de hace seis años-, demandó ante la PGR el llamado “fraude cibernético”, y como responsables de ello acusó a Felipe Calderón y a Luis Carlos Ugalde, entonces presidente del IFE, junto con los nueve consejeros electorales.

 

A su vez, Andrés Manuel López Obrador ignoró las voces de allegados, las protestas ciudadanas y las pérdidas millonarias para miles de ciudadanos y anunció el plantón en el Zócalo y Reforma, que se mantendría hasta el 16 de septiembre.

 

Por cierto, hace seis años -como hoy-, los políticos ratificaron que no comen lumbre. A pesar de las supuestas inconformidades y el dizque “fraude electoral”, Dante Delgado -dirigente del entonces partido Convergencia-, anunció que su partido sí acudiría al Congreso. Porque claro, una elección fraudulenta no impediría el cobro de dietas y el ejercicio de presupuestos.

 

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