Durante años, el profesor René Bejarano fue pieza discreta pero altamente eficiente y rentable en el círculo más cercano a Andrés Manuel López Obrador. Junto con su esposa Dolores Padierna, hoy senadora electa por el Partido de la Revolución Democrática, Bejarano fue construyendo una base clientelar en el DF, a partir de los terremotos de 1985, reclutando a quienes quedaron sin vivienda, prometiendo siempre y cumpliendo a veces con alguna esperanza para aliviar la desesperación de los damnificados.

 

Al nacer el PRD, su organización encontró un hogar político, y ya fue factor en la elección del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, cuando en 1997 ganó la jefatura de gobierno del Distrito Federal. Esto no escapó a la atención de AMLO, quien lo integró a su grupo de campaña como parte fundamental de su triunfo en 2000.

 

Cuando empezó a gestarse la organización de la lucha por la Presidencia, muy temprano en la administración de López Obrador en el DF, (“a mi, denme por muerto”) la responsabilidad de no sólo mantener, sino incrementar la votación de AMLO en el DF, recayó, entre otros, en el profe Bejarano. Como paso previo, había que arrasar en las intermedias de 2003, y para ello, Bejarano, Carlos Imaz y otros, acudieron a fuentes de financiamiento naturales, aunque irregulares; por ejemplo, un empresario que se había beneficiado enormemente con la adjudicación de obra en el DF, de nombre Carlos Ahumada.

 

Y pasó lo que todos sabemos que pasó. De ser un operador político efectivo, con un perfil público más bien bajo, se volvió la encarnación mediática de la corrupción clientelar al interior del PRD. Otro asunto que, como el reciente “pase de charola” entre empresarios regiomontanos, le pasó inadvertido al conductor de todo el circo.

 

Conviene recordar algunos datos: si bien López Obrador no defendió a Bejarano, tampoco hizo una condena clara y tajante, por más que lo quisieron acorralar los periodistas; el asunto inició la larga animadversión de AMLO con Televisa, empresa que originalmente mostró los videos de Bejarano. Después de una estancia de 8 meses en prisión, Bejarano fue exonerado de todos los cargos, lo cual habla peor de la impartición de justicia en México que de Bejarano. Contra todos los pronósticos, Bejarano volvió al escenario político, y aunque fue expulsado del PRD, sigue encabezando una de las corrientes con más influencia al interior de ese partido, al punto que su grupo pactó con Nueva Izquierda una de las coordinaciones parlamentarias del nuevo congreso y domina la Asamblea Legislativa del DF.

 

Se puede acusar a Bejarano de imprudente, pero no de tonto. ¿Pondrá en riesgo todo lo ganado, con tal de seguir la aventura post-electoral de AMLO? Lo sabremos cuando se dé a conocer la calificación del proceso por el Tribunal Electoral.

 

Y así.

P.D. Hasta pena le dio a Andrés Manuel la lectura de las “pruebas” que presentó por medio de un notario público ante el Tribunal. Fue un insulto a la inteligencia de los mexicanos, y se le notó en el rostro.

 

 @jorgeberry