Julio de 2012 pudo haber sido el mes que pasara a la historia como aquel en el que se negoció y acordó un tratado para regular el mercado de armas internacional. Fueron 193 países los que se dieron cita en la sede de la ONU en Nueva York, pero luego de días de discusiones pareciera que todo fue para nada. Sin embargo tampoco creo que haya sido sorpresivo cuando primero Estados Unidos, y luego países como China, India y Rusia, solicitaron más tiempo para examinar las propuestas.
El tratado pretendía obligar a países que venden armas a mantener un registro de sus transacciones así como evaluar si dichas armas podrían llegar a ser utilizadas para cometer delitos en contra de los derechos humanos. Este plan me parece increíble, en el sentido literal de la palabra: no lo creo. Pareciera que nos encontramos ante una paradoja sin solución: ¿En que mundo un arma de fuego no va a ser utilizada para violar los derechos humanos? ¿Hay abusos justificados, depende quién esté portando las armas? ¿Quién tiene la calidad moral de decidir cuál causa merece armamento y cuál no?
Es paradójico que a pesar de que las Naciones Unidas se cuelga la medalla de promotores de paz mundial, la cooperación internacional en realidad cuelga de un hilo y todos sabemos que la paz mundial es un espejismo que está lejos de ser real. Sólo basta con abrir los periódicos todos los días para enterarnos que se han encontrado un determinado número de cadáveres en un pozo, que en la franja de Gaza hubieron bombas, que Siria no logra la paz, que hay miles de millones de refugiados sudaneses y sierra leoneses, que la intervención en Afganistán pareciera interminable y en Irán se siguen contando los cuerpos, etcétera, etcétera, etcétera.
Pero eso es sólo la parte moral del asunto y como todos sabemos estos temas en el fondo responden a intereses económicos.
Estamos hablando de un mercado multimillonario el cual Naciones Unidas pretende regular, ello significaría grandes perdidas para aquellos países maquiladores de armas, o en otras palabras, para aquellas naciones cuya economía depende en gran medida de una economía de guerra.
Los cálculos conservadores sobre el mercado de armas y municiones estiman que al año genera 60 mil millones de dólares. Mercado en el cual Estados Unidos no es solamente el mayor exportador sino que también el mayor productor e importador mundial.
En relación a nuestro país y según organizaciones de la sociedad civil, éste participó activa y responsablemente en las discusiones. Y, ¿por qué no debía de hacerlo? En éste momento particular de nuestra historia hay quienes consideran que estamos inmersos dentro de una especie de guerra civil –considerando el numero de muertes al año- y resultaba de particular interés para el gobierno federal apuntar dedos y nombrar a los responsables.
Así fue como Felipe Calderón afirma y justifica que el problema en México es que Estados Unidos no tiene regulado su mercado de armas… “Uno de los factores que más ha elevado la capacidad de fuego y la violencia de las bandas criminales es la facilidad que tienen para disponer de armas de asalto de alto poder, fácilmente adquiribles en Estados Unidos”. Lo bueno es que no tiene mucho que ver con los altos índices de corrupción e impunidad o, seamos sinceros, la falta de visión y estrategia que caracterizan a la actual administración federal.
La realidad es que buscar un tratado internacional de armas pareciera más bien una utopia, una idea romántica, o tal vez un esfuerzo teatral para hacer creer al mundo que se está buscando una solución. Independientemente de lo que hay detrás del telón de la ONU, las negociaciones del pasado julio no llegaron a nada. Sin embargo, esta historia podría terminar o reiniciarse -todo depende con que perspectiva se vea- con un borrador que podría representar una segunda oportunidad para una negociación real. El comité se vuelve a reunir en octubre, ¿serán dos meses suficientes para que los escépticos reconsideren?
Lic. en ciencias políticas y administración pública. Estudiante actualmente de la Maestría de Antropología en Goldsmiths College, University of London. Asistente de investigación en Contorno, Centro de Prospectiva y Debate. sofiard@me.com