Es notable la escasa o nula atención que se le presta a la relación bilateral entre México y Canadá. Poco o casi nada se dice desde el gobierno o desde el sector privado, se investiga en la academia, o se escribe en la prensa sobre el “otro” socio comercial de México en el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN).

 

Un tratado comercial trilateral que más bien parece circunscribirse a un par de relaciones bilaterales entre México-Estados Unidos y Canadá-Estados Unidos. Sin embargo, el círculo de esta sociedad tripartita no se cierra por la ausencia de interés mutuo entre México y Canadá.

 

El hecho público que más se recuerda en los últimos años de la relación entre México y Canadá es un contrasentido para cualquier pretendida sociedad y describe gráficamente la situación que impera: Las quejas de los visitantes mexicanos en la embajada canadiense de la Ciudad de México por la imposición de visa para aquellos que quieran ingresar al país de la hoja de maple.

 

Se puede decir que hasta ahora los gobiernos de Canadá y México han formado un matrimonio de apariencia, sólo para lograr el salvoconducto hacia el mercado de Estados Unidos, pero sin mayores intereses que potencien una relación duradera.

 

Dicho descarnadamente, y parafraseando a los autores, esa es la principal crítica que se encuentra en el artículo “La relación entre Canadá y México. Una perspectiva empresarial” escrito por el empresario Carlos Eduardo Represas y el economista Óscar Vera y que se publica en el libro Canada Among Nations, 2011-2012 patrocinado por la Norman Paterson School of International Affairs y la Universidad de Carleton, Canada.

 

La crítica al olvido de la relación bilateral desde las esferas gubernamentales no es más que una llamada de atención al enorme potencial que sigue esperando a ser atendido. Como lo describen Represas y Vera, la “relación comercial y de inversión se encuentra aún muy por debajo de su potencial como economías naturalmente complementarias”.

 

Pero a pesar del olvido de gobiernos y organismos empresariales, los negocios se han dado a contrapelo. “El comercio bilateral se ha incrementado a una tasa promedio anual de 12.5%, alcanzando 30 mil millones de dólares estadunidenses en el año 2010, lo que se ha traducido en que los dos países sean el tercer socio comercial en importancia para el otro”.

 

Sin embargo, la distancia entre México y Canadá no se mide en kilómetros sino en oportunidades perdidas para ambos en áreas tan vastas y diversas como la energía, minería, turismo, manufactura, logística, outsourcing, tecnología ambiental, ingeniería e investigación que los autores identifican como áreas con “un buen potencial de complementación”.

 

Si la intención es caminar hacia la conformación de un mercado común en Norteamérica que incremente la competitividad de las tres economías en el entorno global, el camino pasa por posicionar en la agenda política de México y Canadá lo benéfico que resulta para ambos países el fortalecimiento estratégico de sus nexos comerciales y de inversión, cuando ambos tienen a Estados Unidos como el socio comercial dominante de la región.

 

En el artículo de Represas y Vera hay una hoja de ruta para que el nuevo gobierno repiense el potencial político y económico que tiene México con el hasta ahora socio olvidado del TLCAN.

 

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