Con dinero es más difícil perder una elección que ganarla. Con tiempo-aire extra ilimitado, es decir, con una sobre exposición mediática, no cabe la menor duda sobre la victoria, sobre todo, si esto último ocurre en Latinoamérica. Si a la fórmula de dos variables (dinero y medios de comunicación) se le agregan los rasgos de la personalidad (liderazgo) de algún candidato, entonces la mezcla se convierte en un atractivo coctel electoral o, si se prefiere, para los competidores la fórmula representa una barrera de victoria sumamente elevadísima.
Hugo Chávez ganará las elecciones presidenciales venezolanas que se celebrarán el 7 de octubre sin mayor problema. Muchos analistas se preguntan las razones que impedirán a una mayoría de ciudadanos votar en contra de Chávez, es decir, a favor de Henrique Capriles. Y es que la situación de Venezuela es algo más que preocupante. El año pasado, los delincuentes mataron a 19 mil personas durante robos y altercados; las fallas en la energía eléctrica ocurren con frecuencia; la prensa se ve sometida al carácter autoritario del presidente; el poder Judicial se encuentra en franca descomposición desde hace ya algunos años; las alianzas con dictadores revela los rasgos que más esconde Chávez; altos mandos del ejército son relacionados con carteles de la droga; frecuente desabastecimiento en los supermercados; privilegios a la reconocida casta boliburguesa en la que se incluye, por supuesto, a la cúpula del Partido Socialista Único de Venezuela.
Adicionalmente se agregaría el desgaste que representa haber gobernado por más de 13 años. Pero aquí entra el tercer componente que utiliza Chávez, además del dinero y de su sobre exposición mediática: el carisma y su lucha en contra del cáncer.
Leopoldo Tablante, uno de los atractivos escritores venezolanos, describe a Chávez de la siguiente manera: “Desde el golpe (dado por Chávez) de 1992, Chávez tiene el aura de una especie de líder espiritual consagrado a la causa de los pobres. Figura como el espíritu de una bondad y una justicia inagotables e inaccesibles. Es el más inteligente y fuerte de su pueblo. Es el más elevado” (La Nación, 19 de agosto). Y si el elevado tiene cáncer, los sentimientos mandan a votar por él.
Una de las ingenierías financieras con mayor tactismo, que Chávez realizó desde el caño del autoritarismo, es la ley Habilitante. Sin requerir la autorización del Congreso, el presidente puede hacer uso de dinero público de manera ilimitada. De ahí que los programas socialmente electorales se encarguen de comprar votos, o si no se quiere utilizar términos abstractos, entonces podríamos decir que se encarga de comprar voluntades (elemento intangible para presentar demandas legales pero se acerca mucho a la realidad). El viernes pasado, en plena campaña electoral, Hugo Chávez lanzó un programa de vivienda dirigida a la clase media.
Chávez es uno de los mejores inversionistas sociales. Los estudios revelan que durante 13 años ha invertido 500 mil millones de dólares en acciones sociales; si lo traducimos en los beneficios (impacto demográfico), estos han alcanzado a 20 millones de venezolanos, es decir a dos terceras partes de la población.
Por lo que toca a su exposición mediática, durante los 13 años de gobierno de Hugo Chávez (desde 1999), se ha presentado 2,334 ocasiones frente a la población, lo mismo a través de los medios de comunicación que en plazas pública. (La fuente es de una ONG dedicada a las libertades civiles, Espacio Público).
Al parecer, a los venezolanos poco les importa el nivel de agresividad electoral que su presidente-candidato ha desplegado desde que inició la campaña. En una ocasión Chávez tomó el micrófono para describir a Capriles: “Tienes rabo de cochino, orejas de cochino, roncas como cochino; entonces eres cochino”.
Chávez ya ganó.
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