En uno de los momentos más brillantes de Juan de los Muertos, los protagonistas de la cinta salen a la calle y observan a la gente que camina por una Habana desolada y gris. “Yo lo veo todo normal”, replica uno de ellos siendo que, en realidad, toda Cuba ha  sido invadida por muertos vivientes que con su andar torpe y mirada perdida, deambulan por doquier. Nada diferente a la Cuba de hoy en día, pareciera decirnos el director cubano Alejandro Brugués, en este ejercicio de extravagancia extrema, humor ácido y un inteligente uso de la metáfora zombie como herramienta de crítica no sólo contra el  régimen (si acaso el menos raspado en esta cinta), sino contra la sociedad cubana en su conjunto.

 

La trama es básicamente la misma que en todas las cintas del género: de la nada y sin explicación alguna la gente comienza a transformarse en muertos vivientes sedientos de carne humana. El gobierno de inmediato fija postura: claramente se trata de “disidentes” controlados por Estados Unidos en otra sucia estrategia yanqui para desestabilizar al sistema. Ante la amenaza, las autoridades toman cartas en el asunto y hacen lo que se siempre se hace en estos casos: convocar a una marcha de apoyo al régimen.

 

Juan y Lázaro, dos sencillos pescadores medio cínicos y vividores (aunque siempre hábiles para salirse con la suya, al más puro estilo del cine de Tin Tan), hacen “lo que todo cubano haría en una crisis”: poner un negocio. Así Juan y su pandilla ofrecen, a cambio de una módica cantidad, sus servicios como asesinos profesionales de “disidentes” bajo el pegajoso lema “matamos a sus seres queridos”.

 

A pesar de respetar la mayoría de las convenciones clásicas del género, Brugués logra darle a su cinta un matiz especial: un ritmo pausado y una extraña parsimonia en sus personajes principales que pocas veces pierden la calma, reforzando la idea del cubano como un ser capaz no sólo de enfrentarlo todo (“si sobreviví el periodo especial, puedo sobrevivir esto”), sino que además ya pocas cosas lo sorprenden.

 

La fórmula funciona toda vez que la regla de oro es conservar el buen humor. Llena de referencias a otras cintas similares (desde los clásicos de George A. Romero hasta Walking Dead y Terminator), sus arquetípicos personajes resultan entrañables: Juan como el antihéroe redimido y Camila (hermosa Andrea Duro) como una Jill Valentine latina si acaso incluso hasta más guapa.

 

A eso habría que añadirle un puñado de escenas que se antojaban imposibles de filmar, no por la dificultad técnica de las mismas sino por las restricciones que, suponíamos, el régimen cubano tendría para permitir el uso de esas enigmáticas locaciones: la Plaza de la Revolución, atestada de zombies en una orgía de sangre y tripas con la mirada del omnipresente Ché Guevara al fondo.

 

Se le podrán encontrar muchos peros a Juan de los Muertos (un guión caótico, personajes que salen de la manga, un ritmo que por momentos decae, gags que se consumen rápidamente), pero su humor y extravagancia resultan sumamente contagiosos; tanto que incluso una secuela no nos molestaría en absoluto.

 

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Juan de los Muertos (Dir.Alejandro Brugués, 2011)

 

3 de 5 estrellas.

Dirección y Guión: Alejandro Brugués Con: Alexis Díaz de Villegas, Jorge Molina, Andrea Duro, Andros Perugorría, entre otros.