Convocado por la organización “Haz Ciudad”, asistí este sábado 8 de septiembre al recorrido #CaminaTacubaya. La experiencia fue muy interesante y en ella participamos unas tres docenas de personas. Yo tuve la oportunidad de tomar y difundir fotos de sitios emblemáticos de Tacubaya a través de las redes sociales.
Tacubaya es un barrio histórico de la Ciudad de México, prehispánico, con momentos importantes en la historia independiente de nuestro país, pero a la vez dividido por obras viales y de transporte. Allí convergen 3 líneas del metro, una de metrobús y media docena de avenidas construidas en la segunda mitad del siglo XX, que terminaron por destrozar la convivencia local.
Nuestro recorrido comenzó con la visita a dos edificios Art Decó, propiedad de la Fundación Mier y Pesado, pero incluyó también el cruce de estas murallas viales que dividieron en pedacitos a Tacubaya. Una de las participantes acudió con un niño en carreola. El mayor reto fue cruzar el Periférico, con sus puentes peatonales de subida y bajada repetidas, para poder sortear los dos niveles viales. En medio de todas estas estructuras: un par de iglesias coloniales; una en manos del ejército como Museo de la Cartografía, y la otra perdida en el paisaje de concreto.
Las grandes obras de infraestructura se han justificado en aras de la generalidad de la población, y en perjuicio de los habitantes locales. Carreteras que han dividido pueblos y ciudades; presas que han sepultado poblaciones, líneas del metro capaces de cortar una ciudad en dos, avenidas que rompieron colonias tranquilas. En años recientes, las autopistas urbanas están siendo el nuevo pretexto para atacar a los habitantes locales en supuesto beneficio de una generalidad.
Todas las ciudades mexicanas están sufriendo las consecuencias de esta obsesión por simbolizar el progreso en moles de cemento y no en el bienestar de las personas. El individuo se pierde en medio de grandes obras de infraestructura. No niego que puedan existir obras necesarias que terminen afectando a particulares, lo que cuestiono es que la obra mayúscula siempre se pondere como superior al derecho a disfrutar lo local.
Tacubaya simboliza mucho de esta prioridad por el beneficio de una ciudad, y el desdén por la legítima aspiración a tener un barrio tranquilo y bello. Tal vez toda metrópoli debe contar con un circuito interno; tal vez toda urbe debe contar con un circuito periférico; tal vez toda gran ciudad debe contar también con una avenida sin semáforos que la atraviese de extremo a extremo, con líneas del metro, con puntos en los que coincidan más de dos líneas del metro incluso; tal vez, todo país grande debe contar en su capital con una vía rápida que conecte la casa presidencial con las principales avenidas. El problema es que cuando todo esto converge en un sólo punto, la ciudad cierre los ojos y siga pisoteando a la gente.
Tacubaya no es el único caso, en realidad. Lo tomo como un mero ejemplo de cómo los gobernantes mexicanos tienen un desdén por el disfrute del barrio. Siempre estamos dispuestos a recortar banquetas o camellones para ampliar un carril y jamás a establecer zonas de tránsito calmado que dignifiquen las caminatas urbanas o a ampliar banquetas sacrificando espacio vial para favorecer el comercio local.
Las ciudades mexicanas tienen que reflexionar sobre el papel que juegan sus barrios. Tal vez sea imprescindible afectar a particulares o a zonas específicas, pero deben ser siempre la excepción y no la regla; debemos estar dispuestos incluso a pagar más por afectar menos: obras subterráneas, desvíos, tránsito lento.
Las consecuencias de no haber respetado a la gente para crecer la infraestructura de nuestro país la estamos pagando caro: el tejido social se debilita, en vez de fortalecer el comercio y la convivencia local, nos vamos a los centros comerciales, nos desvinculamos, no hay cómo defendernos, por ejemplo, de las extorsiones a comercios o “derecho de piso”.
Necesitamos caminar nuestras ciudades. Las clases medias y altas cada vez se alejan más de la calle. Salen de una cochera y entran a estacionamientos. Hay que revertir esta tendencia y qué mejor que caminar sitios históricos que no forman parte de las rutas turísticas tradicionales.
@GoberRemes