De la precipitación total en el Distrito Federal, 24% es lluvia ácida que se acumula en los suelos de conservación que comprenden más de la mitad del territorio de la capital, y donde se concentran 60% de los pozos de agua que abastecen a la ciudad.

 

La lluvia ácida se produce por la combinación de agua con óxidos de nitrógeno y azufre presentes en la atmósfera que provienen de vehículos y de la quema de otros combustibles.

 

De acuerdo con el estudio Calidad del Aire en la Ciudad de México 2011, elaborado por la Secretaría de Medio Ambiente local, aunque se tiene el registro de lluvia de este tipo en casi todo el Distrito Federal y el área conurbada desde hace varios años, los niveles de acidez eran mínimos.

 

Incluso, en 2010 se redujo la extensión de territorio afectado, aunque seguía acumulándose en los suelos de conservación. Para 2011, la mancha de lluvia ácida volvió a crecer y se agudizó en el sur y poniente de la ciudad otra vez.

 

Según al estudio, esta zona de conservación ocupa 59% del territorio del DF y abarca las delegaciones Álvaro Obregón, Cuajimalpa, Gustavo A. Madero, Iztapalapa, Magdalena Contreras, Milpa Alta, Tláhuac y Xochimilco.

 

Allí se concentra 60% de los pozos de agua que abastecen a la ciudad, sirven como generador de oxígeno y alberga a dos mil 500 especies de flora y fauna.

 

De acuerdo con la recolección de muestras que hizo la dependencia, el Desierto de los Leones y el Ajusco serían las más afectadas al reportar mayores niveles de concentración de lluvia ácida.

 

Estas regiones son las únicas en la Ciudad de México donde el agua pluvial se puede filtrar a través del subsuelo a los mantos y volver a utilizarse para consumo humano, explicó Luis Zambrano, investigador del Instituto de Biología de la UNAM.

 

Sin embargo, la caída de lluvia ácida en esta zona también puede ser un problema, ya que el agua disuelve los minerales de rocas o el suelo, y éstos también se filtran hacia el subsuelo, dijo Luis Marín, geólogo e investigador de temas hidráulicos de la UNAM.

 

Añadió que este tipo de precipitaciones daña los árboles y toda la vegetación, ya que “es como regar las plantas con ácido de batería o vinagre, de inmediato se va a secar”, explicó el investigador.

 

Las afectaciones de esta lluvia, que se ha registrado desde la década de los años 90 en la capital ya provocaron afectaciones. En el Parque Nacional Desierto de los Leones los oyameles perdieron hojas y ramas, se secaron y se volvieron más vulnerables a las plagas.

 

PUEBLA Y VERACRUZ

 

Además del Valle de México, Veracruz y Puebla registran este fenómeno en sus territorios. La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) realizó estudios en la zona de Tajín, Veracruz, donde se registraron afectaciones en la flora y los monumentos arqueológicos por la actividad petroquímica del estado.

 

En el caso de Puebla, la lluvia ácida aún es un fenómeno en estudio, ya que no existen las condiciones de contaminación para que suceda. Y sin embargo, la flora se ha visto afectada.