Estado de México y Distrito Federal comparten, en el Valle de México, el mismo territorio. Las diferencias entre ambos pueden ser abismales. Son casi la misma ciudad, 11 millones de mexiquenses y 9 millones de chilangos, pero sus formas de vida se separan de manera considerable, salvo quizá en algunas zonas del poniente de la metrópoli.

 

Hace casi 12 años, al llegar a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, emitió un bando de gobierno con limitado efecto legal, pero cuyo impacto ha sido muy relevante en la evolución de la ciudad: el bando 2 establecía un sector central en el que se fomentaría la vivienda y otro periférico en el que se desincentivaría.

 

Pese al bando 2, algunas delegaciones como Tláhuac o Xochimilco, siguen sufriendo una expansión acelerada. Sin embargo, en las delegaciones centrales bastante común ver grúas construyendo vivienda. No pasa lo mismo en el Estado de México. Sí hay construcción, pero sin grúas, “casitas” cada vez más alejadas del DF, que sigue siendo el gran generador de empleo en el centro del país.

 

Existe la figura de “comisiones metropolitanas”, cuyo propósito es coordinar a las autoridades participantes de cada zona metropolitana; pero más allá de éstas, no hay un impacto real. El día nacional de los garbanzos de a libra se ponen de acuerdo entre el DF y el Estado de México y deciden llamar a un puente interestatal La Concordia. Luego se olvidan de su mantenimiento. En general domina la descoordinación entre ambas entidades.

 

México cuenta con más de 50 zonas metropolitanas, de las cuales una docena supera el millón de habitantes. ¿Se están coordinando los gobiernos estatales y municipales? Sabemos que no, al contrario, la descoordinación se ve reflejada en sus fronteras.

 

La Constitución no habla gran cosa de las zonas metropolitanas. Sólo menciona al Distrito Federal y su zona conurbada, y lo único que atina a decir es que los gobiernos “podrán suscribir convenios para la creación de comisiones metropolitanas”. Con esa expresión, lejos de ayudar, el marco legal queda limitado. Los estados no pueden convenir la creación, por ejemplo, autoridades metropolitanas.

 

Hace algunos años fue creado el Fondo Metropolitano, cuyos recursos deben ser aplicados en obras de carácter metropolitano. De acuerdo con el Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo, durante los primeros 5 años de vigencia de este fondo, constituido para el ejercicio fiscal 2006, el 51% de los recursos se destinó a infraestructura para el automóvil. Es decir, el poco recurso metropolitano se ejerce sólo para un sector de la población.

 

Mientras en el Distrito Federal el mapa del transporte público masivo se robustece, en el Estado de México el crecimiento sigue siendo insuficiente. Los recursos entre una y otra entidad son dispares. El Estado de México tiene un presupuesto de 165 mil millones, pero de éstos un 33% se destina a Educación, así que el presupuesto efectivo es mucho menor, 111 mil millones, mientras que en el DF, de los 138 mil millones de presupuesto, el de Educación es magro pues éste tema sigue siendo operado por la Federación. Esa diferencia presupuestal significa: el Estado de México no puede invertir lo suficiente en infraestructura.

 

Algo tendríamos que hacer en el país para combatir las diferencias entre municipios metropolitanos, pero particularmente el Estado de México necesita políticas (y fondeo) que lo acerquen al Distrito Federal.

 

Durante la campaña de Eruviel Ávila se mencionaron algunos proyectos de trenes. ¿Qué tipo de trenes queremos? Lo deseable es la prolongación de los del DF hacia los municipios conurbados, pero quizá se hagan unos que sólo lleguen hasta la frontera … como los trenes entre España y Francia.

 

La construcción de políticas metropolitanas exige ver a las zonas metropolitanas como un solo espacio. Estamos un poco lejos aún.

@GoberRemes