No hay sorpresas en las posturas de los partidos políticos y sus líderes respecto a la reforma laboral. La sociedad y los analistas nos emocionamos ante la expectativa de ver al menos una de las “reformas estructurales que el país necesita”. Sin embargo, no importa cuanto se diga, la clase política no moverá lo que incomoda. Para sentar precedente, los priistas generarán cambios para que todo siga igual.

 

A grosso modo, la discusión se divide en dos grandes componentes: el económico y el político. El primero, impacta directamente el arreglo obrero- patronal; el segundo lo afecta indirectamente pero altera los equilibrios al afectar la operación de los sindicatos. Los analistas tienen distintas prioridades. Para unos la democratización sindical es fundamental para el avance democrático y para destrabar otras reformas. Para otros, la flexibilización del mercado laboral es fundamental para garantizar empleos y atraer inversión. Pero, todos coincidimos en que en las condiciones actuales, crece el empleo informal sin prestaciones mientras el empleo formal es caro para el patrón y infame para el trabajador.

 

Habrá una reforma y esta no afectara la imagen de Peña porque no hay sorpresas. Desde su campaña, defendió la autonomía sindical. Ante Mexicanos Primero y el grupo de OSC´s Por la Educación, aseveró que no tocaría al SNTE. Ante los intelectuales que armaron las “preguntas cuyas respuestas podrían transformar a México” defendió la cláusula de exclusión. Respaldó al líder de los petroleros ante la exhibición pública de los ostentosos viajes de su hija y sus inolvidables perros. Peña ofreció resultados tangibles y eficiencia de gobierno, no cambios estructurales.

 

En esa lógica, los cambios propuestos para el componente económico serán aprobados. Mientras que los relacionados con la vida sindical serán marginales. Tal vez  logren establecer la votación libre y directa de los líderes, previa compensación económica para “operar” sus elecciones. La rendición de cuentas de dichos organismos solo sucederá, a la larga, como consecuencia de esa posible (aunque limitada) apertura democrática.

 

En el PAN tampoco hay sorpresas. La iniciativa de Calderón es producto de su tradicional actitud rijosa y su hábito de simulación. Finge su compromiso con los cambios estructurales pero no los aplica. Fuera del caso de Luz y Fuerza, en 6 años, no toco a los sindicatos ni con el roce de una declaración. Se doblegó a Elba Esther, compró al líder del sindicato del IMSS con una diputación plurinominal en 2009 y le aceptó a los otros sus condiciones del juego.

 

En el caso del PRD tampoco hay sorpresas. Rechaza la iniciativa oficial como siempre. Es ambiguo ante el tema sindical y rechaza los cambios económicos, aunque favorezcan a sus votantes duros: sus bases se conforman principalmente por informales urbanos y estudiantes, que son los principales beneficiarios de la propuesta por la semi regulación de parte de la informalidad. Mantienen un discurso de izquierda “políticamente correcto” pero, afectan directamente las posibilidades de mejora de sus votantes.

 

Al final de esta semana, tendremos una reforma laboral “descafeinada” dicen algunos, pero más cercana a la realidad que la anterior. La situación nacional es precaria, abrir nuevos frentes de guerra no tiene sentido. Gobierna la mediocridad enmarcada en la consistencia, la falta de creatividad y aversión al riesgo de la clase política, por eso, y mil excusas políticas más, aunque el mundo corre, nosotros avanzamos solo poquito a poco.