Ayer durante la presentación del Observatorio Económico México ¿Cómo vamos?, la directora de México Evalúa, Edna Jaime, lanzó una frase que encierra bien el propósito del proyecto que comparte con el Instituto Mexicano para la Competitividad: “Hay que obsesionarse con el crecimiento económico”, dijo Jaime, según se leyó en los portales de información en internet.

 

Jaime tiene razón. Después de tres décadas de un crecimiento económico mediocre con las negativas consecuencias sobre el desarrollo del país que ya hemos visto, hacer crecer consistentemente a la economía debería ser, para quienes tienen algo que ver con la toma de decisiones en la esfera de las políticas públicas, una especie de “obsesión nacional”. Creo que nadie podría estar en desacuerdo con ello.

 

Sin embargo, visto hasta allí, el asunto no es más que un mexicanísimo “hay que echarle ganas” con la economía. Como cuando se le dice una y otra vez al hijo adolescente que se va de pinta que debe “echarle ganas en la escuela”; o como cuando se reprende en privado al trabajador que recurrentemente llega tarde a la oficina, con un “échale ganas, Tomasito”.

 

El asunto es que el coloquial “échale ganas” no significa nada concreto para resolver la situación. Es tan sólo un deseo entusiasta desprovisto de disciplina, de método y de compromiso y que requiere mucho más que eso para resolver una situación problemática.

 

Desde hace por lo menos tres décadas nuestros políticos y funcionarios públicos nos han repetido a través de costosas campañas publicitarias pagadas con dinero público, que están “echándole ganas” para sacar adelante a la economía. Sexenio tras sexenio ése ha sido el mensaje mientras que los resultados económicos no avalan sus buenos deseos llenos de entusiasmo.

 

Un rápido vistazo a lo ocurrido en estas tres décadas con economías tan distintas en cuatro continentes pero con excelentes resultados como la de Corea del Sur, Chile, Noruega, o Nueva Zelanda, no responden al puro entusiasmo de sus funcionarios públicos ni de sus políticos. Hay más que eso: Allí se dio un compromiso institucional de largo plazo con políticas económicas congruentes que favorecieron la inversión, la productividad, la competitividad y la inclusión social.

 

Son bienvenidos todos los esfuerzos desde la sociedad civil -como el que ahora presentan IMCO y México Evalúa- para medir, apuntalar y presionar mediáticamente a la consecución de metas económicas precisas, especialmente en relación con el tan necesario crecimiento; sin embargo, el riesgo que se corre es que estos esfuerzos se reduzcan a un grito -ahora sistemático y público- de “échenle ganas” en los oídos de los funcionarios públicos en turno.

 

Como en el adolescente, el “echarle ganas” no tendrá mayores consecuencias sin disciplina y compromiso de por medio. Hay que ir más allá: Hacia la construcción de acuerdos económicos fundamentales para el largo plazo entre gobierno y sociedad civil. Acuerdos que ofrezcan mayor certeza a la inversión productiva que es el motor del tan ansiado crecimiento económico sostenido. La coyuntura de un nuevo gobierno es propicia y el reacomodo económico global que vive el mundo a partir de la crisis abre una importante oportunidad para México.

 

Es tiempo de dejar de “echarle ganas” a la política económica.

 

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