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Las fronteras no existen en el street art; están hechas para ser derribadas con aerosol, sticker y stencils. Unos se distribuyen en el mercado del arte contemporáneo que circula en galerías, otros tienen como finalidad crear comunidad y la conciencia sobre el resguardo de las raíces, eso que la transmodernización global combate.

 

En San Antonio Tecómitl, uno de los 12 pueblos originarios de Milpa Alta (delegación semirural donde aún algunos hablan el náhuatl), hay un movimiento de grafiteros liderados por Cix, nombre de batalla de Antonio Triana Cardoza (DF, 1983), que buscan transformar las calles en una “galería urbana” con intervenciones de artistas mexicanos e internacionales, para que “los niños crezcan viendo arte desde que son pequeños y que si tienen las aptitudes desarrollen sus capacidades con nosotros. Se trata de que la gente aprenda a ver el arte, que no se trata sólo de rayones y dibujos plasmados sobre los muros. Meterlos en otras dinámicas”.

 

 

 

 

“En Inglaterra y Francia me di cuenta del interés que causa nuestra cultura prehispánica en artistas de esos países. Soy hijo de una madre zapoteca y un padre chinalteco. Me he creado entre las milpas, el maíz, la tierra. Me rodeo de gente que habla el náhuatl, por eso en mis trabajos intervienen elementos”. En avenida Hidalgo y 5 de Mayo está la casa en la que pernoctó Emiliano Zapata. Ahora se encuentra protegida por una gigante ave color rosa donde un gladiador olmeca con vestimenta de guerrero intergaláctico sacado del Universo Halo. Ellos protegen la entrada de esa vivienda arrasada por los carrancistas hace 90 años en venganza por dar cobijo al revolucionario de Tierra y Libertad. Ahora la gente camina acostumbrada a estos neomurales que hacen referencia a símbolos tradicionales como la máscara del jaguar, el molcajete, la máscara de jadeíta de un tlatoani, el pulque y el culto a la muerte. No sólo eso. Lo fusiona con los colores característicos de Rufino Tamayo, las grandes dimensiones que le gustaban a Diego Rivera y seres fantásticos engendrados por la ciencia ficción.

 

Alrededor de 15 grafitis de grandes dimensiones se encuentran por las calles de Tecómitl; entre ellos están las firmas de Saner, Spike, Nezzio, Latino, Crew. A veces un árido lugar donde los cultivos se rinden al avance del asfalto, a veces un espacio que rompe con el paradigma de que un lugar repleto de cámaras de videovigilancia brinda seguridad a sus habitantes. ¿Qué sucedería si en lugar de habitar entornos orwelianos hiperparanoicos nos fuéramos hacia escenarios de imágenes que no sólo modificarán para bien el espacio público, sino que allí nos reuniéramos, efecto contrario que provocan las videocámaras?

 

 

 

 

Cix lamenta que a las autoridades delegacionales no les interese apoyar estas iniciativas artísticas; gestiona que el alemán Belin intervenga uno de los grandes muros de este pueblo con 30 mil habitantes. Ahora la galería Lavamp (Insurgentes y Álvaro Obregón) expone parte de su trabajo. Sus viajes al extranjero le dieron a conocer ese México prehispánico del que muchos huyen, pero que él exalta en cada uno de sus grafitis. A sus 28 años es reconocido como el artista del barrio. Un cronista que pinta la piel de las calles, como lo hicieron los muralistas, los hombres de las cavernas, los pintores del medievo y el renacimiento. Un contemporáneo.