Ahora sí que a la carrera, antes de que concluya el sexenio, los consejeros del IFE le hicieron el favor a Felipe Calderón y acordaron borrar todo vestigio de prueba de lo que ocurrió en la elección presidencial de 2006 -en la que se le otorgó el triunfo-, uno de los comicios más cerrados y controvertidos de que se tenga memoria.

 

De nada valió argumento alguno. Ni siquiera el que se permitiera el acceso a las boletas electorales a especialistas para hacer un análisis “académico e histórico” de lo que sucedió hace seis años, donde el margen entre el primer y el segundo lugar fue, oficialmente, de apenas media décima de punto.

 

La apuesta del Consejo General del IFE es, como en su momento lo hizo Carlos Salinas de Gortari respecto de lo ocurrido en la que él participó en 1988 frente a Cuauhtémoc Cárdenas, a la “verdad legal”, a la que otorgan las autoridades calificadoras, pero no a las verdaderas pruebas primarias de lo acontecido: las boletas electorales.

 

Andrés Manuel López Obrador ya no tendrá manera de demostrar, si fuera el caso, que ganó esa elección; pero tampoco Felipe Calderón podrá demostrar a quienes aún dudan de su triunfo, que sí ganó realmente la Presidencia de la República.

 

Y nuestros nuevos próceres, como hace 24 años, vuelven a intentar borrar la historia. Pero olvidan que la historia que permanece en el imaginario colectivo suele ser más fuerte que las argucias legaloides. El 88 es la mejor prueba.

 

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LOS NÚMEROS PUEDEN DAR.- Del lado de los perredistas andan muy entusiasmados porque creen que podrán hacerle cambios al dictamen de la reforma laboral. Manuel Camacho Solís es uno de ellos. Ayer nos decía que pueden ganar la votación para incluir el tema de la democracia sindical, si el PAN le entra en serio, y sólo les faltaría convencer a los del PT y Movimiento Ciudadano. Dolores Padierna y Alejandra Barrales opinaban otro tanto.

 

Del lado azul, Javier Lozano y Ernesto Cordero hacían también cuentas. En Comisiones, argüían, hay empate si van PAN, PRD, PT frente a PRI y PVEM. Y en cuanto a la votación en el pleno, “los números pueden dar, eh”, decía el ex secretario de Hacienda, mientras Lozano acotaba: “Lo que no sabemos es si va a haber congruencia de todas las fuerzas políticas”.

 

En el PRI miraban con cautela el acontecer. Emilio Gamboa no se arriesgaba a aventurar si iban a cambiar la minuta o no. Refería a los preguntones a la cantidad de desplegados del PAN “diciendo que habían salvado a México” y a revisar la cantidad de votos del PAN que tuvo la reforma en la Cámara de Diputados. (O sea: o eran incongruentes, o era puro bla, bla, bla).

 

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ENTRE MARCELO Y CORDERO.- No menos de cinco llamadas cruzaron Ernesto Cordero y Marcelo Ebrard para lograr que los senadores pudieran ingresar el lunes pasado a la nueva sede del Senado ante el bloqueo de las agrupaciones sindicales con motivo de la reforma laboral.

 

Cuentan que el jefe de Gobierno ofreció todo su apoyo y envió incluso a Héctor Serrano, secretario de Gobierno del DF, a encabezar el operativo para el ingreso de los legisladores, mientras del otro lado Cordero y Emilio Gamboa hacían lo propio. Y así ocurrirá cuantas veces sea necesario. Lo cual es posible, pues a Gerardo Fernández Noroña, dicen, “no hay quien lo controle”.

 

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GEMAS: Regalito envuelto en papel transparente de la consejera del IFE, María Marván: “Las boletas (electorales) no son documento de acceso público, así lo han concluido instancias nacionales e internacionales”.

 

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