El Tomo III del Ideario de los Arquitectos Mexicanos de Ramón Vargas Salguero y J. Victor Arias Montes, titulado Las Nuevas Propuestas, compila textos que van desde 1930 hasta 1963. Es el más voluminoso de la colección –el más atractivo por lo que a la modernidad toca-, y en su prólogo, Vargas Salguero sintetiza espléndidamente el porqué de este esfuerzo historiográfico:…”La comprensión crítica o historiográfica de los espacios habitables construidos de ninguna manera se puede seguir limitando al estudio del edificio terminado, ya que de su proceso de producción forman parte insoslayable los sucesos, muchos de ellos impensados, que concurrieron en su proceso de gestación y posterior alumbramiento…”

 

Inicia con Planes de estudio que van desde 1932 hasta 1964, Programas de estudio de Teoría de la Arquitectura de José Villagrán García (1930) y de Juan O’Gorman (1932), y Educación Profesional del Arquitecto (1931) con textos que van hasta 1963 también de José Villagrán García, para muchos –me incluyo- el padre de la Arquitectura Moderna Mexicana, quien trascendió prolífico tanto en lo teórico como en lo práctico. Escuelas primarias (1932) de Juan Legarreta, presenta un listado constructivo para las escuelas de la época; Intervención en las pláticas sobre arquitectura en 1933, de Juan O’Gorman, reflexiona a profundidad sobre problemas como la tensión de gustos cliente – arquitecto, o el funcionalismo como capítulo fértil de la arquitectura mexicana. Intervención en las pláticas sobre arquitectura en 1933, de Álvaro Aburto, es un texto que atrapa por la expectativa que reza: “Yo siempre he creído que nuestra arquitectura debe ser (…) pobre y desnuda, como somos nosotros, como es el pueblo mexicano”.

 

Remansos de la fuente (1933) de Manuel Amábilis, es una sabia reflexión sobre arte y estética en ese contexto histórico, ¿Qué es la arquitectura? (1938) de Enrique Yáñez de la Fuente que incorpora un “Manifiesto” a manera de propuesta o pliego petitorio para la modificación del plan de estudios vigente, subrayando que la arquitectura no puede desligarse de la política y de la economía nacionales (hoy global, supongo). Doctrina socialista de la arquitectura (1938) de Alberto Arai / Raúl Cacho / Enrique Guerrero / Balbino Hernández, es una caída del veinte de que el problema de la habitación, orientado a las clases más vulnerables deriva en un socialismo arquitectónico.

 

El subsuelo de la ciudad de México (1938) de José A. Cuevas habla del “desconcertante relleno de la Cuenca de México” y del desastre de nuestro subsuelo, muy resumidamente. La formación del arquitecto (1938) de Hannes Meyer, es un magnífico discurso lleno de valiosísimas máximas para las futuras generaciones. Las tendencias de la arquitectura actual (1944) de Emilio Méndez Llinas, es nuevamente una deliberación sobre el estilo y la búsqueda del lenguaje propio. La planeación escolar de la República Mexicana como ensayo concreto de urbanismo aplicado (1944, 1945, 1946) del gran urbanista José Luis Cuevas, presenta un estudio muy completo y complejo para la construcción de la infraestructura educativa de México.

 

La arquitectura contemporánea en México (1944) de Antonio Pastrana, es un ensayo breve que reitera la preocupación de lograr una Arquitectura nueva, pero característica de nosotros mismos. La arquitectura mañana (1945) de Mauricio Gómez Mayorga, presenta una serie de textos de los que “Posición del Arquitecto”, “Arquitectura y Socialismo” y “Los Concursos de Arquitectura” son altamente recomendables por su impresionante vigencia para nuestros días; particularmente alentador. Generalidades sobre la Arquitectura Moderna (1945) de Jorge González Reyna repasa la polémica de la modernidad en cuanto a desarrollo, arte y ciencia, terminando con la “sentenciosa” frase de Leonardo da Vinci: “El arte, cuánto más se desarrolla, más se convierte en ciencia, y la ciencia, cuanto más se desarrolla, más se convierte en arte”. Suena bien…cierto.

 

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