LISBOA. Un nuevo tipo de fado recorre las calles portuguesas y no es el clásico, el que nace del silencio que produce la melancolía; se trata del fado del enfado.

 

Desde el centro de Lisboa la apariencia urbana trata de recubrir una capa que poco a poco va envolviendo a su organismo vital, la economía. En efecto, la crisis del déficit es cubierta por el ánimo natural de la zona.

 

La piel estética de Lisboa fue favorecida con el ingreso de Portugal a la Unión Europea en 1986. Dos importantes rubros de subsidios, los fondos de cohesión y los estructurales, ayudaron a remodelar sus espacios públicos y a invertir en infraestructura como carreteras, respectivamente, para cambiar profundamente el rostro de la capital, entre muchas otras ciudades portuguesas. De esta manera, Portugal dejó atrás la pobreza urbana para ingresar a lo que fue la Europa de los 12, el grupo post fundador del club cuyo logro más importante, después de consolidar la paz, fue la cohesión social, requisito indispensable para pensar y vivir en democracia.

 

Uno de los ejemplo es la plaza Pedro IV, mejor conocida como el Rossio, asentada en el centro de Lisboa. En ella se encuentra el café Nicola, un espléndido espacio con diseño modernista. Su ángulo sociológico conserva los rasgos originales del espacio: restaurante animado con espectáculos de fado en el sótano, y diálogos siempre lúdicos en la cafetería, en las partes superior y exterior del lugar. Sin embargo, las externalidades positivas de la UE tienen límites. Después de un cuarto de siglo, conocemos el origen de la crisis del déficit pero desconocemos sus consecuencias últimas.

 

El pasado lunes, el primer ministro Passos Coelho dio a conocer el presupuesto para 2013, y como ya es costumbre en Europa, esos días son inclementes; representan las peores noticias para la sociedad porque es el día en que se anuncian nuevos recortes en el gasto público y/o incremento de viejos impuestos o nacimiento de nuevos.

 

Un señor comenta que los segmentos de los noticieros que más asustan a los televidentes son el económico y político. Atrás quedó la nota roja y el monólogo político de la dictadura. La crisis del déficit presenta una característica fundamental: desgasta a los políticos súbitamente y cancela a la sociedad la oportunidad de planear a largo plazo. Nadie sabe si quedará sin trabajo; si la hipotecas se podrán pagar; o si el banco tomará decisiones en contra de quienes ya no pueden pagar la tarjeta de crédito.

 

Para 2013, por ejemplo, una pareja con dos hijos, cuyo ingreso sea de 40 mil euros (680 mil pesos) anuales, tendrá que pagar 5,458 euros de impuesto sobre la renta, es decir, 92 mil 786 pesos. Un trabajador independiente cuyo ingreso anual sea de 12 mil euros (un típico mileurista; 204 mil pesos), el próximo año tendrá que pagar mil 655 euros de impuesto (28,135 pesos).

 

Un trabajador soltero y sin hijos que gane 20 mil euros (340 mil pesos) pagará 3,144 euros de impuesto (53,448 pesos).

 

Por lo que toca al gobierno de Passos Coelho, su desgaste lo coloca como el elemento más vulnerable del sector público. Una parte importante de la sociedad piensa que no logará concluir el año en el puesto. En noviembre habrá una huelga general y a partir de ahí la presión en contra suya se incrementará. La cabeza de turco es la troika. Así le sucedió a Papandreu en Grecia.

 

Con la crisis del déficit ocurre un efecto psicológico: no hay devaluación por lo que la inflación no se transfiere a la economía doméstica. La mala noticia es que el ingreso disminuye, lo que transfiere a los ciudadanos la sensación real de incremento en la pobreza, lo que detona una caída en el consumo.

 

El ornamento estético de las calles lisboetas es algo más que magnífico, sus ascensores (los convencionales y los pequeños trenes), su luz y sus sonidos, forman parte de una piel que logra cubrir, en un primer momento, a la crisis del déficit. Pero debajo de esa piel se extiende una canción melancólica, el fado del enfado.