Hace 24 años, comenzando enero de 1989, el líder del sindicato petrolero, Joaquín Hernández Galicia fue detenido en su casa por supuesta posesión de un arsenal y la muerte de uno de los agentes que acudía al cateo. Siempre quedó la duda de si el arsenal y el agente muerto no habían sido “sembrados”. “La Quina” había mostrado simpatía por el movimiento de Cuauhtémoc Cárdenas, algo que Carlos Salinas de Gortari no perdonó.
La izquierda había desconocido los resultados de la elección de hace 24 años. La ventaja era amplia, más de 19%, pero en un ambiente de rechazo al PRI por las crisis económicas constantes, por un gobierno que tenía baja capacidad de respuesta y por un aparato de estado que ya no daba más, tras 6 décadas en el poder.
Meses después de la detención de La Quina, Carlos Jonguitud se vio obligado a dejar la dirigencia del sindicato de maestros ante la presencia de un gran movimiento magisterial que se plantó en las calles del centro de la Ciudad de México. Carlos Salinas de Gortari aprovechó las circunstancias en ambos casos, sindicato petrolero y magisterial, para renovar el control y la legitimidad de las dirigencias de los dos sindicatos más poderosos del país.
Este fin de semana, Elba Esther Gordillo, dirigente magisterial desde la salida de Jonguitud, y Carlos Romero Deschamps, sucesor en el cacicazgo petrolero, se reeligieron sin oposición aparente en sus sindicatos. El despotismo detrás de ambas perpetuidades es tan evidente que uno supone que sus liderazgos no terminarán desde abajo, sino desde arriba. La diferencia es que en este momento Gordillo controla votos que pueden ser bisagra en el Congreso, y Romero es una especie de accionista mayoritario en Petróleos Mexicanos.
Es decir, Gordillo y Romero son liderazgos que estarían llegando a su fin, con la diferencia de que ambos han tomado las previsiones que Jonguitud y La Quina no tomaron. Son piezas fundamentales en el ejercicio del poder de este país.
La reforma laboral está saliendo acotada. Está logrando cambios que se presumen necesarios para incrementar la productividad en el país, pero omite la transparencia sindical. La aprobación de la reforma dará lugar a movilizaciones contra la misma, pero podría generar un gran movimiento contra los “dinosaurios” sindicales, algo que en este momento hace falta.
El retorno del PRI al poder, asimismo, también tiene una carga de obligaciones respecto a los avances democráticos de los 12 años en que gobernó Acción Nacional. Pese al fracaso de los dos gobiernos panistas, la transparencia, la apertura en los medios de comunicación nacionales y la falta de mayorías en el Congreso de la Unión construyeron un país más democrático, algo que generalmente no ocurre a nivel estatal en los bastiones del PRI. Es decir, el gobierno de Peña Nieto debe aprender a convivir con medios de comunicación que ya no viven del “chayote” y del monopolio del papel periódico, con políticas de transparencia que en el Estado de México desconocen, y con una falta de mayoría que sólo padecieron en la Cámara de Diputados de 1997 a 2000.
Este cocktel tendría que dar lugar a una mínima transformación de los liderazgos sindicales, sin embargo, siempre se corre el riesgo de una simulación, que cambien las caras, pero que al final de cuentas el poder lo sigan teniendo los actuales dirigentes; que Romero Deschamps viva y herede como jeque árabe y que en el sindicato magisterial la única transparencia que se conozca sea la que nunca quisimos ver, y que difícilmente podremos olvidar, una blusa transparente comprada en alguna boutique del jet set.
@GoberRemes