La Arquidiócesis de México criticó el reparto de comisiones ordinarias en el Congreso, al que calificó como “el reparto de un botín” que evidencia los intereses mezquinos de algunos políticos.

 

En el editorial del semanario Desde la Fe aseguró que al asignar las comisiones, las diferentes fuerzas políticas protagonizaron una “verdadera rebatinga por la repartición de cotos de poder” que tradicionalmente han provocado el despilfarro de recursos “que se torna ofensivo” cuando más de la mitad del país vive en situación de pobreza y marginación.

 

Refirió que de acuerdo con la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental 2011, levantada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la población ubica a los partidos políticos como los sujetos más corruptos del país.

 

Ante el desprestigio, agrega, “es necesario que los partidos se planteen con seriedad los criterios, mecanismos y métodos para elegir a los presidentes de las comisiones, tomando en cuenta la preparación, experiencia, honestidad y profesionalismo de las personas”.

 

La Iglesia consideró que en muchos de los casos el no tomar en cuenta “ni el perfil ni la experiencia de quienes finalmente encabezarán los grupos de trabajo” en el Congreso “es del todo inaceptable dada la gran importancia que tiene la coordinación de las comisiones para la adecuada planificación del trabajo legislativo”.

 

“No hay opción: el trabajo legislativo debe ganarse la confianza y el respeto de la ciudadanía, y esto no será posible mientras los mexicanos sigan siendo espectadores impotentes de los excesos, abusos y ambiciones de los representantes populares, carentes, en su mayoría, de una verdadera vocación de servicio”, señala el semanario.

 

El órgano oficial de la Iglesia católica sostuvo que el criterio para conformar las comisiones no debe ser, “como hasta ahora, el pago de cuotas, el control del poder, las prebendas económicas o las agendas legislativas particulares que impongan los partidos”.

 

Indicó que “el desprestigio de la clase política no conviene a nuestra incipiente democracia; es una situación que lleva a la apatía y al desánimo de la participación ciudadana”.