Ya ni los lanzamientos de tecnología son lo que eran ayer. Recuerdo hace unos años (tres atrás, de hecho) cuando todo en el mundo de las tecnologías de información (las llamadas TI, o IT) empezaba y terminaba con cada nuevo ciclo de Windows. Cada versión nueva, cada extensión, cada parche anunciado para el famoso y todavía prevaleciente sistema operativo de Microsoft, era esperado con ansias por todo el ecosistema tecnológico. Viajes se planeaban a Redmond previo al lanzamiento, para que “periodistas especializados”, socios de la empresa, vendedores de equipo, proveedores de soluciones, y demás, fueran a experimentar de primera mano lo que el mundo vería después, cuando Bill Gates mostrara las bondades que sus muchachos habían preparado. Lo siguiente era conseguir una invitación a la presentación formal del “nuevo Windows”, ya fuera en San Francisco, en el mítico Moscone Center; o en el Jacob K. Javitz Center, de Nueva York.

 

Y después, la distribución de betas, las actualizaciones para toda la suite de Office, el pasear una y mil veces por las oficinas locales de Microsoft (en especial recuerdo las del edificio Desc, ahora Torre Kuo, pero siempre conocido como El Pantalón), para explicaciones adicionales por producto.

 

Y eso era sólo por la parte de los dueños de Windows. Adicionalmente, había que tomar en cuenta a los otros desarrolladores, tanto de aplicaciones como de productos de hardware, cuya justificación existencial arrancaba con la firma de las ventanas. IBM, Dell, AMD, Intel, Compaq, Acer, Toshiba, la misma Apple, que en su momento dependió de los productos de Gates, se preparaban para el gran acontecimiento.

 

Cuánto ha cambiado en unos años. Ahora, Microsoft prepara el lanzamiento de Windows 8, la más reciente encarnación del sistema operativo luego de que en 2009 lanzó la versión 7. Y llega a un mundo diferente. La “competencia” que en su momento fue Apple con su sistema operativo iOS continúa presente pero hay otros jugadores de peso, inesperados, lo cual indica que en tres años mucho puede suceder. Es decir, hace tres años, quienes por convicción o a regañadientes (hay que recordar que Microsoft va por su tercera década imponiendo su fuerza en el mercado) compraron equipo con Windows 7 o migraron el que ya tenían a esa plataforma, no tenían opción. Ahora, hay quien puede dejar de tener una computadoras como la conocemos y estar totalmente en línea, conectado, con sus archivos donde quiera para usarlos cuando quiera.

 

Así que Microsoft vendrá con su nueva versión a un mundo en el que las computadoras personales, las portátiles, y hasta las netbooks pueden trabajar con sistemas operativos diferentes (Android, iOS, son sólo un par, pero también hay por lo menos 10 plataformas más).

 

Por eso es que la firma promociona su producto como “una reimaginación total” de Windows. Muy a la Apple, lo que Microsoft comenzará a vender a partir de este viernes, es una plataforma operativa que funciona en diferentes formatos: computadoras, portátiles y tabletas (con la marca de la casa: Surface).

 

Y así como el iPhone influyó en todo el negocio de Apple en los últimos años, Microsoft busca el tipo de convergencias que la telefonía móvil puede crear. Por ello, quien adquiera productos nuevos con Windows 8 o actualice su sistema operativo desde su equipo actual, se topará con el mismo look and feel del Windows Phone. Es decir, una interfaz con módulos coloridos, movibles, cada uno con contenidos diferentes (para redes sociales, actualizaciones de mensajes, resultados de eventos deportivos, noticias…).

 

Lo que no se ve ahora es esa especie de paranoia que siempre acompañaba los grandes lanzamientos de Microsoft. Ya no es “actualiza tu Windows o muere”… ni nada por el estilo. Lo he visto con Windows 95, Windows 98, Windows XP, el inefable Windows Vista y el pasado Windows 7.

 

¿Renovarse o morir? Con Microsoft, en esta época, eso ya quedó en el pasado.