CIUDAD DEL VATICANO. La Iglesia debe empujar una revitalización de la fe en el mundo contemporáneo, sin caer en pesimismo pero reconociendo que los pecados de sus miembros dañan la credibilidad de los católicos, afirmó hoy el Sínodo de los Obispos.

 

La cumbre vaticana, que concluye el próximo domingo y reúne a más de 250 prelados de diversas partes del mundo, difundió este viernes un mensaje que resumió las contribuciones emanadas durante 19 días de discusiones sobre el tema de la “nueva evangelización”.

 

El texto destacó la necesidad de reavivar una fe que “corre el riesgo de apagarse” y de proponer el mensaje cristiano a las mentes y los corazones de los hombres y mujeres del tiempo actual, “no pocas veces distraídos y confusos”.

 

“No se trata de inventar nuevas estrategias, casi como si el evangelio fuera un producto a poner en el mercado de las religiones, sino descubrir los modos mediante los cuales las personas se han acercado a Jesús y adaptarlos a las condiciones de nuestro tiempo”, indicó.

 

Agregó que los miembros del Sínodo no se sienten atemorizados por las condiciones del mundo actual, “lleno de contradicciones y de desafíos”, el cual -pese a estar herido por el mal- es siempre una creación de Dios.

 

Según la declaración, existe conciencia de que los católicos deben afrontar cotidianamente una “dura lucha” contra “los principados, las potencias y los espíritus del mal”.

 

“No ocultamos los problemas que tales desafíos suponen, pero no nos atemorizan. Hemos de reconocer con humildad que la miseria, las debilidades de los discípulos de Jesús, especialmente de sus ministros, hacen mella en la credibilidad de la misión”, señaló.

 

“Sabemos que hemos de aceptar humildemente nuestra debilidad ante las heridas de la historia y no dejamos de reconocer nuestros pecados personales”, insistió.

 

A lo largo del mensaje se tocaron los diversos desafíos que presenta la sociedad moderna, desde el olvido a los jóvenes hasta las dificultades de los migrantes.

 

Constató que la familia, conformada por matrimonios heterosexuales, “está atravesada por factores de crisis, rodeada de modelos de vida que la penalizan, olvidada de las políticas de la sociedad, de la cual es célula fundamental, no siempre respetada en sus ritmos ni sostenida en sus esfuerzos por las propias comunidades eclesiales”.

 

Dedicó además un pasaje a las situaciones familiares y de convivencia “irregulares”, según la doctrina de la Iglesia.

 

A los divorciados y vueltos a casar les aclaró “que el amor de Dios no abandona a nadie, que siguen siendo miembros de la Iglesia, aunque no pueden recibir la absolución sacramental ni la Eucaristía”.

 

Y además solicitó que las comunidades católicas estén abiertas a acompañar a cuantos viven estas situaciones y favorezcan caminos “de conversión y de reconciliación”.

 

“No hay lugar para el pesimismo en las mentes y en los corazones de aquellos que saben que su Señor ha vencido a la muerte y que su Espíritu actúa con fuerza en la historia. Nuestra Iglesia está viva y afronta los desafíos de la historia con la fortaleza de la fe y del testimonio de tantos hijos suyos”, estableció.