A esta hora, es difícil prever lo que sucederá con el huracán “Sandy” en el área metropolitana de Nueva York. Son las 14 horas, se espera que ”Sandy” toque tierra a las 16:00. Sin embargo, la movilización es impresionante.

 

Desde el domingo, a medio día dejaron de salir trenes, autobuses y aviones desde y hacia Nueva York y Washington. La carretera entre ambas ciudades estaba semi vacía. A las siete de la noche cerró el metro de Manhattan, quedaron solo taxis y algunos camiones para transportar a turistas y locales.

 

Hasta la mañana del lunes no había viento ni lluvia. Solo un cielo gris cubría la poca actividad urbana. Los teatros dentro y fuera de Broadway anularon sus funciones. Cines y restaurantes cerraron temprano. En 24 horas, la ciudad se apagó ante el persistente llamado de las autoridades a tomarse en serio la alarma. Las clases se suspendieron, la bolsa de valores opera vía remota, las tiendas no abrieron. Quedan algunos supermercados, farmacias, “delis” y “Diners” (cafeterías tradicionales) abiertos. Los primeros atienden las ventas de precaución: agua, comida, linternas …. Los segundos concentran a aquellos que quieren pasear antes de la encerrona o que subestiman el problema. Ahí, el ambiente es tranquilo…. aceptan la inactividad y la incertidumbre. Confían en la fortaleza de esta ciudad a la que, después del 11 de septiembre, parece que nada peor le puede ocurrir.

 

En el regimiento militar de la calle 26 los soldados protegen la cuadra. Acumulan plantas de electricidad, comida y equipo diverso. Les preocupan las mareas y las inundaciones.

 

La zona costera de Manhattan, Coney Island y áreas aledañas fueron evacuadas y se tienen previstas las demás manzanas sujetas a evacuación. Ya funcionan 76 refugios para Manhattan, Brooklyn, Queens, Bronx y Staten Island. La labor no ha sido fácil ya que muchas familias se niegan a evacuar. Consideran que eso nunca ha sido necesario, no reconocen el riesgo.

 

Paulatinamente, las calles se vacían. En la mañana algunos vehículos y unos cuantos taxis transitaban. Conforme pasan las horas, estos se vuelven cada vez más escasos. Surgen algunas ráfagas de viento que asustan a los transeúntes y desaparecen de nuevo. Se percibe una tensa calma. Se desconoce hasta donde las autoridades exageran, o hasta donde el riesgo es real y mortífero.

 

La televisión no habla de otra cosa. Alarmados, los comentaristas invitan especialistas del meteorológico, urbanistas y víctimas de otros huracanes. Barack Obama dio una conferencia de prensa en la que pide corresponsabilidad. Es enfático sobre la responsabilidad del gobierno y también la de los ciudadanos. Difunde los mecanismos de preparación del gobierno americano. Promueve la página Ready.gov para ayudar a los ciudadanos a para comprar víveres y hacer planes de coordinación familiar de emergencia. Advierte a los habitantes de áreas desalojadas que no evacuar pone en riesgo sus vidas y la de los rescatistas. Busca hacer conciencia y, hábilmente, comparte los costos de la posible tragedia.

 

Sandy pegará en el corazón de la megalópolis americana, el área más densamente poblada. A 10 días de la elección presidencial, 90 millones de personas pueden verse afectadas por inundaciones, incendios, fallas energéticas y demás. La preocupación, tanto en lo social como en lo político es mayúscula. El ejercito y las autoridades gubernamentales no subestiman nada. Con gran eficiencia se organizan y comunican. Se preparan para los daños imaginables. El resto de la historia está por escribirse.