Hace tiempo que nadie se lo encuentra en las calles. El Arqui, como lo conocen, trabajaba hace más de 20 años en un importante despacho para el que desarrollaba un proyecto en Polonia, pero una tarde regresó a su casa a recoger algo que había olvidado y en la recámara vio a su esposa con otro hombre. Los minutos en ese momento se plegaron y cada segundo se le hicieron años. La escena permanece en la memoria de este hombre que deambuló tantos años por las calles que rodean el centro de la delegación Coyoacán, principalmente en el barrio de La Conchita.
Barbado. Robusto. Silencioso. En un sucio morral llevaba dos fotografías viejas y arrugadas. En una de las imágenes, en color sepia, una joven mujer aparece corriendo de frente a la cámara; lleva traje de baño en una playa anónima. En la otra, un joven como de 25 años se abraza a una mujer adulta en alguna fiesta familiar. Cuando le preguntaban quiénes eran esos que salen retratados contestaba que no sabía. Lo mismo pudieron haber sido personajes anónimos de postales rescatadas de la basura que tesoros conservados para no perder lo último que les queda siempre a las mentes que habitan las calles: el origen.
En su mochila también había espacio para los cuadernos sucios, comida, periódicos, cobijas y otra chamarra que hace las veces de pijama, pero destacaban, al menos para un indigente, tres viejos trajes Giorgio Armani, unos zapatos rotos color negro. El Arqui siempre dormía en el jardín del barrio La Conchita, sobre la avenida Miguel Ángel de Quevedo o en las esquinas de gigantes mansiones. Siempre estaba solo, no se juntaba con los otros vagos que pululan el barrio. No tomaba alcohol, no pedía limosnas y no le gustaba hablar con nadie. Algunos vecinos de vecinos contaban haber visto cómo un señor bien trajeado bajaba de un vehículo de lujo cada mes y le daba dinero, comida y trajes muy caros. Y se iba.
Don Víctor Reyes, uno de los distinguidos habitantes de la zona, le tomó muchas fotos de joven en su estudio, al igual que lo hizo con decenas de homeless; él se fue de La Conchita hace unos años y con él todo el registro de un personaje que a veces desata las preguntas de los transeúntes y automovilistas que concurren la folclórica zona turística de la ciudad.
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